Sinopsis:
Un hombre escribe, vive y ama en la oscuridad. Catorce años antes sufrió un brutal accidente de coche en la isla de Lanzarote, en ese accidente no sólo perdió la vista sino a la mujer de su vida.
Este hombre usa dos nombres, el real y con el que firma sus trabajos. En la actualidad vive gracias a los guiones que escribe ayudado por su antigua y fiel directora de producción y el hijo de ésta que hace de secretario, mecanógrafo y lazarillo.
Desde que decide vivir y contar historias, se ha convertido en un ciego atractivo y activo que ha desarrollado todos sus otros sentidos para disfrutar de la vida a base de ironía y de una amnesia autoinducida. Ha conseguido borrar de su biografía toda sombra de su otra identidad.
Es una historia de “amour fou” dominada por la fatalidad, los celos, el abuso de poder, la traición y el complejo de culpa. Una historia emocionante y terrible a la vez que tiene su imagen más expresiva es la foto de dos amantes abrazados, rota en mil pedazos.
Comentario realizado por Rosario Castaño
No me resisto a comentar la última película de Pedro Almodóvar, he leído alguna critica no muy favorable pero, soy de las convencidas que, se hable bien o mal, se diga lo que se diga, su cine siempre tendrá público.
He visto toda su obra, la primera, Pepi, Lucí, Bom y otras chicas del montón, en 1980, fui a verla, lo confieso, más bien, obligada porque mi hermana melliza, siempre atenta a lo que se movía en la vida cultural madrileña, entró como una exhalación en mi cuarto, una destartalada habitación de estudiante y no paró hasta convencerme que debía ir a ver una película alucinante de un chico joven que ella veía todas las noches en los bares de la zona de Madrid donde se movían gentes interesantes (pintores, cantantes, modernos etc) así que, más bien a rastras y protestando, contemplé una película que entendí a medias pero ya no dejé de repetir en cada estreno.
Me enganché a las siguientes: Laberinto de pasiones; Entre tinieblas; Qué he hecho yo para merecer esto; Matador; La ley del deseo. Me cautivó con Mujeres al borde de un ataque de nervios y en Átame; son todas las que hizo durante los añorados años ochenta en un Madrid donde nadie era forastero (espero que ahora tampoco); un Madrid que se llenaba de nuevos paisajes de colores y de sonidos opuestos a ese gris y oscuro de los años de la dictadura.
A partir de los noventa me hipnotizó en Tacones lejanos, Kika; La flor de mis secreto; Carne trémula; Todo sobre mi madre; Hable con ella; La mala educación y Volver hasta Los abrazos rotos. No puedo dejar de ver ninguno de sus films sin recordar algún retazo de historias anteriores.
Al principio me fascinó la mezcla de estéticas totalmente dispares, por una parte, los modernos de la ciudad arriesgando y probando cosas nuevas, los modelos extravagantes en el vestir, el pop, el rock y por otra, las abuelas y las tías del pueblo, las mesas camillas que ya iban despareciendo; las amas de casa dueñas de su dignidad y presas de sus sentimientos y los sonidos de esa música de boleros que intentábamos olvidar pero seguía impregnada en nuestra piel; lo más atractivo era asistir a una puesta en escena donde todo lo que resultaba familiar se presentaba sin vergüenza y sin tapujos; Almodóvar ayudó a recuperar y valorar las propias raíces y los recuerdos a muchos que, para vivir su vida, en ocasiones, se vieron obligados a cortar con familia, amigos y costumbres.
Sus historias son como el psicoanálisis que exige “recordar para olvidar”, “analizar para salir adelante” como la letra de la canción “La cuestión” de la canta-autora Olga Román, “No creo que sea cuestión de estrellarse contra el muro que va levantando el recuerdo, no es cuestión de pararse a esperar que la vida resuelva el asunto; es cuestión de querer y poder, es cuestión de ponerse de pie...” con sus películas Pedro nos enseñó que, casi siempre, querer es poder; intuyo cierta cabezonería y tenacidad en su forma de conseguir que sus películas lleguen al público y también percibo honradez y valentía para narrar con tanta maestría pesadillas, dramas, gozos innombrables, deseos ocultos, relaciones tortuosas, amores imposibles, razones escondidas, atracciones mágicas etc
Hasta aquí “mi declaración de amor” por este manchego internacional, su último título presenta, como siempre una historia muy moderna y muy viva pero confieso (y es la segunda vez en este espacio) que la he visto dos veces, en la primera sólo me conmovieron algunas escenas dignas de los mejores premios cinematográficos pero no entendía porque no había podido conectar con la historia de una forma global; la segunda vez la disfruté y pude ver que realmente no me llegó a movilizar porque es un drama en el más estricto sentido de la palabra, no mezcla sufrimiento con algún tono de humor, tan necesario para conectar con el dolor y soportar la realidad impuesta, todo es demasiado trágico y serio.
Los abrazos rotos, título muy sugestivo, me suena a esos abrazos que sólo se pueden dar entre amigos, esos lazos que van dejando huella en nuestra memoria, esos afectos que se convierten en parte de nosotros porque se han producido de forma espontánea, intensa y sin pretensiones, esas uniones que empiezan sin que ninguno de los implicados se lo proponga; es un título que me acerca al mundo mágico de la amistad, del cariño, del deseo erótico, de las relaciones que buscan compartir comunicación afectiva. Me suenan a los abrazos que sólo pueden dar los ángeles, pero esos ángeles que el escritor y periodista Juan Arias describe como “la metáfora de la amistad” en “la seducción de los ángeles, un antídoto contra la soledad ed. Espasa, 2009, esos amigos que están a tu lado sin juzgarte, con su compañía te permiten soportar el vacío, la soledad y la angustia de no saber de donde venimos o hacia donde vamos.
Almodóvar nos habla de infidelidad, de gratitud esclava, de sometimiento, de pobreza y desesperanza, de enfermedad y de invalidez, de la lucha por dejar la mediocridad, del poder económico, el status social y la vejez, de obsesión y pasión, de creatividad y desesperación; de complejo de culpa y de anhelos de libertad, de celos y posesiones, de la muerte trágica, de la huida hacia delante forzando el olvido, negando los recuerdos. Habla de la vida utilizando con precisión y detalle no sólo la palabra, también el silencio y la música; creo que la música es otra de las protagonistas porque juega un papel tan importante como el de todos los actores.
Si se consulta la web oficial de Almodóvar leeremos esta frase “A aquel primer cine de pueblo, además de la sillita donde me acomodaba, traía de casa una lata de picón para combatir el frío durante la proyección. Con los años, el calor de ese improvisado brasero se ha convertido en el paradigma de lo que el cine significaba para mí” ...y estoy de acuerdo con él, el calor del cine es como el calor del amor en un bar, en uno se contemplan en silencio historias que tienen que ver con nosotros y en el otro se habla para compartir sueños, deseos y soledades