COMENTARIOS ADICIONALES SOBRE EL NARCISISMO
Carlos Rodríguez Sutil
En respuesta a algunas preguntas y comentarios suscitados por mi anterior comunicación sobre este tópico tan central, el narcisismo, quiero presentar a vuestra consideración los siguientes comentarios. Entre otras cosas, se me ha pedido que clarifique un poco el sentido que tiene el término en los textos clásicos y el por qué de mi reacción contraria al concepto de “narcisismo primitivo”.
Freud afirmaba que el individuo tiene dos objetos sexuales primitivos: él mismo y la mujer nutriz (1914, pág. 2025), sin embargo no existe, a mi entender, ninguna evidencia clínica que apoye esta idea de "él mismo" como objeto sexual primitivo, salvo la "necesidad teórica", de la que habla el propio Freud, y en la que creo descubrir la raigambre cartesiana de su razonamiento. El niño freudiano (como el de San Agustín)es un ser que surge con una identidad propia, que adviene a la existencia con un yo ya formado, aunque sea imperfecto. Ya advertía Laplanche (1970, p. 100) que el narcisismo es la catectización libidinal de uno mismo, tesis, dice poco sorprendente. Pero esta catectización pasa por la catectización libidinal del yo, como instancia, proceso inseparable de la constitución misma del yo humano. El narcisismo primario sería, comenta acertadamente Laplanche, un narcisismo “para sí”, en sentido hegeliano, difícil de aceptar en un sistema diádico del lactante con la madre. El propio Freud había tomado al niño que mama del pecho como prototipo de toda relación amorosa (Tres Ensayos, final del tercer ensayo). Quizá parte de las dificultades proceden de la posible confusión, en los textos freudianos, entre el yo y la persona. Pienso que el yo cargado afectivamente es una representación, por mucho que ocupe un lugar privilegiado y sirva para la buena integración de las instancias. Esa representación de mí mismo es construida, inicialmente, en la interacción familiar, producto de las identificaciones tempranas.
Una vez introducida la segunda dualidad pulsional en 1920, con el Eros y la Pulsión de Muerte, Freud dejó progresivamente de utilizar el concepto de “narcisismo”. Acaso la única forma de mantener la vigencia del concepto, como han hecho André Green (1983) y Herbert Rosenfeld (1987), sea hablando de un narcisismo de vida y de un narcisismo de muerte (o libidinal y destructivo). Ahora bien, en el narcisismo de muerte no es el displacer lo que sustituye al placer, sino lo neutro, la afánisis, el ascetismo (André Green, 1983). Fue Ernest Jones quien introdujo el término “afánisis” (del griego: acto de hacer desaparecer, desaparición), cuando estudiaba la sexualidad femenina, como algo más allá del complejo de castración. Se trata del temor a la desaparición total de la capacidad de gozo, de todo deseo. común según él a toda neurosis (Laplanche y Pontalis, 1968). Es desde luego, un sentimiento previo a la organización neurótica, que me parece muy cercano a la “futilidad” del esquizoide. Dicho en los términos de Fairbairn (1940), el niño pre-ambivalente cree que su amor es rechazado cuando su madre lo frustra, dando lugar al sentimiento de futilidad, más profundo y absoluto que la desesperación melancólica. Recordemos que para Fairbairn cierto grado de disociación está presente en todo individuo, en el fondo de su psiquismo: "la posición básica de la psique es invariablemente una posición esquizoide"(1940, p. 23).
El narcisismo primario, sin embargo, de existir, tendría que ver con lo prepsicológico y, por tanto, con la necesidad. Pero pienso que se sustituye con ventaja por el concepto psicobiológico de simbiosis. Mientras que el narcisismo secundario, al que habría que denominar “narcisismo”, sin más, se articula en forma de deseo, confirmación de la propia autoimagen, protección respecto a las amenazas ante esa imagen. Por consiguiente, entre otras cosas, afirmo que el narcisismo no es una energía, no sigue el modelo homeostático, sino que se mueve en el juego de espejos del deseo; es inagotable.
Una vez dicho esto, considero que una valoración positiva del sí mismo es imprescindible para el funcionamiento sano – que permite amar y trabajar – siempre que sea moderada por la “frustración óptima” (Kohut). El histérico suele mostrar un narcisismo intenso pero superficial, continuamente necesitado de aceptación y reconocimiento por parte del otro, para lo cual “representa” el papel que siente le puede dar el mejor resultado, es decir, que sirva para seducir. El obsesivo busca ser reconocido por el cumplimiento del deber, el orden y el control, pero el otro es abstracto: la norma, la ley, la voz de la conciencia. El fóbico y el sumiso, en cambio, pretenden la aceptación del otro real, y se diferencian porque en el segundo la resignación y entrega es total – salvo conflicto de fidelidades - , mientras que el fóbico no renuncia en lo profundo de su sentir a encarnar un ideal grandioso. Los límites (y explosivo-bloqueados) necesitan, como el fóbico, una aceptación total por parte del otro, también sufren la distancia respecto a un ideal del yo inalcanzable, y se sienten con facilidad frustrados – narcisismo de “piel fina” – con reacciones de descontrol auto y hetero-destructivo Los sujetos con características narcisistas más puras son, a mi entender, los que están próximos a la posición esquizoide (esquizoides, narcisistas, agresivos), y no obligatoriamente aquellos en los que los rasgos narcisistas son más evidentes ante una observación superficial, puesto que rara vez experimentan la urgencia por recibir la confirmación del otro, el otro es un comparsa. Como ya dije, pocas veces se les observa en medio clínico y es más probable toparse con ellos en el ámbito forense o en observaciones “de campo”. Pienso que a menudo la mejoría de las personalidades neuróticas pasa por el endurecimiento de la piel.
Ante tal variedad de formas, no me sorprende que las recomendaciones técnicas para situarse frente al paciente narcisista se desplieguen en un amplio abanico, desde la posición de Kohut (1971, 1977) que destaca la importancia de una buena sintonización empática, por parte del terapeuta, a la que defiende Kernberg (1975) centrado en confrontar al paciente con sus defensas y reacciones emocionales de envidia y odio. Dejando a parte el hecho evidente de que, sean cuales sean sus posturas teóricas, no es fácil saber qué es lo que hace un psicoterapeuta detrás de la puerta de su consulta, cada vez tengo más claro que el mejor modo de aproximarse a la situación terapéutica es, siguiendo a Kohut, la sintonización empática. Una vez logrado un clima favorable, la confrontación con las defensas, con la consiguiente “desestructuración” que provoca, así como el uso de la interpretación, estará más presente en el trabajo con las personalidades de organización neurótica. Los pacientes de organización límite, que se presentan ya de por sí más o menos desestructurados y con alto nivel de ansiedad – narcisistas de piel fina -, requerirán un uso más constante de la empatía, junto con clarificación y confrontación. El enfoque terapéutico con el narcisismo de “piel dura” es complejo, difícil, de resultado incierto y requiere, en cualquier caso, una explicación más extensa que la de una simple nota.
Según afirmaba Auerbach (1993), hace un tiempo, los narcisistas de Kernberg, en su grandiosidad sin vergüenza ni ley, sobre-enfatizan el conocimiento del self subjetivo; los narcisistas de Kohut, en su hiper-sensibilidad llena de vergüenza, vulnerabilidad y sumisión, sobre-enfatizan el auto-conocimiento objetivo. Dicho en otros términos, aquellos narcisistas que sobreenfatizan el conocimiento subjetivo tienden a verse sólo como sujetos y no como un objeto entre otros objetos o un sujeto entre otros sujetos – verse como un sujeto entre otros sujetos es objetivarse. Ya que no se ven como uno entre muchos, aparentan grandiosos y enaltecidos. Aquellos narcisistas que enfatizan el auto-conocimiento objetivo tienden a verse como predominantemente un objeto entre muchos, sin verse a sí mismos como sujeto, agente o centro de iniciativa. Por lo tanto, aparentan ser vulnerables, frágiles o deprimidos, con poco sentido de control sobre sus vidas, e incapaces de voluntad.
Lo que no podemos dejar de resaltar es que nuestro marco de referencia a la hora de comprender y explicar los múltiples fenómenos del narcisismo tiene consecuencias, a veces dramáticas, sobre la marcha del tratamiento. Sopesemos las palabras de Brandchaft y Stolorow (1984) cuando sugerían que un paciente que presenta una organización primitiva, tratado según las recomendaciones de Kernberg, desplegará con rapidez todas las características que este autor adscribe a las personalidades de organización límite. Por otra parte, cuando al mismo paciente se le trata siguiendo las recomendaciones de Kohut, pronto manifestará las características que éste atribuye al trastorno narcisista de la personalidad. En conclusión, los estados límite cobran forma en un contexto intersubjetivo, como es la misma relación terapeuta-paciente. Ideas próximas a este planteamiento pueden hallarse también en la reciente obra publicada bajo una inspiración sistémica por Luigi Cancrini (2006) y que comentamos en otro lugar de este número.
REFERENCIAS
Auerbach, J.S. (1993). The origins of narcissism and narcissistic personality disorder: A theoretic and empirical reformulation. En J. M. Masling & R. F. Bernstein (Eds.), Empirical studies of psychoanalytic theories: Vol. 4. Psychoanalytic perspectives on psychopathology (pp. 43-108). Washington, DC: American Psychological Association.
Brandchaft, B. & Stolorow, R. D. (1984), The borderline concept: Pathological character or iatrogenic myth? En Empathy II, ed. J. Lichtenberg, M. Bornstein, & D. Silver. Hillsdale, NJ: The Analytic Press, pp. 333-357.
Cancrini, L. (2006). Océano Borderline. Viajes por una patología inexplorada. Barcelona: Paidos, 2007.
Freud, S. (1905). Tres ensayos para una teoría sexual. En Obras Completas (vol. II). Madrid: Biblioteca Nueva, 1973.
Freud, S. (1914). Introducción al Narcisismo. En Obras Completas (vol. II). Madrid: Biblioteca Nueva, 1973.
Freud, S. (1923). El Yo y el Ello. En Obras Completas (vol. III). Madrid: Biblioteca Nueva, 1973.
Green, A. (1983). Narcissisme de vie. Narcissisme de mort. París : Les Éditions de Minuit.
Kernberg, O. F. (1975). Borderline Conditions and Pathological Narcissism. Northvale, NJ: Aronson. Kernberg, O. (1975). Desórdenes fronterizos y narcisismo patológico. México: Paidós, 1997.
Kohut, H. (1971), The Analysis of the Self. Madison, CT: International Universities Press.
Kohut, H. (1977), The Restoration of the Self. Madison, CT: International Universities Press.
Laplanche, J. (1970). Vie et Mort en Psychanalyse. París : Falmmarion.
Laplanche, J. Y Pontalis, J.B. (1968). Diccionario de Psicoanálisis. Barcelona: Labor, 1979.
Rosenfeld, H. (1987). Impasse e Interpretación. Madrid: Tecni-publicaciones, 1990.
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