Healing y Trauma
Del “furor sanandi” al “animus sanandi”
José Jiménez Avello
Consejos
“negativos” e “indicaciones de naturaleza positiva”
Ferenczi trató siempre de que las sucesivas innovaciones
técnicas que introdujo a lo largo de su obra, comenzando hacia 1917 con la que
denomina “técnica activa”, fueran aceptadas como un desarrollo de las
ideas de Freud. Y así parece suceder incluso cuando presenta en 1928
“Elasticidad de la técnica psicoanalítica” (Fer 1928 III).
Ocurre claramente así con la técnica activa, que se
desarrolla bajo la aprobación oral y escrita de Freud en “Nuevos caminos de la
terapia psicoanalítica” (Congreso de Budapest de 1918 y Freud 1919a), ya que
ésta consiste en un intento de profundización del principio de abstinencia a
través de las órdenes y prohibiciones que el húngaro imparte.
La misma pretensión de freudismo hay en el citado
texto de Ferenczi de 1928, en el que introduce los conceptos de “elasticidad”,
“tacto” y “empatía”. En la versión definitiva de este trabajo,
añade los comentarios que sobre el borrador ha recibido de “un colega”,
por supuesto, Freud, quien más o menos muestra su acuerdo con la innovacion. La
carta (1113 F, 4.I.28) dice:
“Mis consejos sobre técnica propuestos en su momento eran
esencialmente negativos: Lo que me pareció más importante era resaltar lo
que no convenía hacer, y señalar las tentaciones que vienen a contracorriente
del análisis. Casi todo lo que está por hacerse de positivo, lo he
dejado a expensas del tacto que Vd. menciona. Pero el resultado así obtenido
fue que los sujetos obedientes no captaron la elasticidad de las convenciones y
se sometieron a ellas como si se tratara de leyes con valor de tabú. Era
necesario revisar esto un día, por supuesto sin anular las obligaciones.” .
Pero aquí el acuerdo de Freud no es tan absoluto, ya que
en esta misma carta añade que encuentra “excelente” el término
elasticidad, no tanto el de tacto que le parece “preocupante” porque puede convertirse en
una “justificación de lo arbitrario”. Es decir, lo “positivo” que
introduce Ferenczi, la noción técnica de tacto tiene reparos para Freud. Asocia
lo “positivo” a lo “arbitrario”.
Los “Principios de relajación y neocatarsis” (Fer 1930
VI), presentados en 1929, vuelven a recordar la autorización de “personas
con autoridad” (Freud en la carta mencionada) para profundizar en “las
indicaciones de naturaleza positiva”, ya que los escritos técnicos de
Freud en los años 10, “no eran de hecho más que recomendaciones para
principiantes, que debían protegerles de los fracasos y los errores más obvios”.
Por decirlo brevemente: la pretensión a estas alturas por
parte de Ferenczi de estar siendo respetuoso con lo que, en contraposición a
las indicaciones positivas, podríamos llamar “principios negativos”, es ya
difícilmente sostenible cuando en este texto introduce el principio de “dejar
hacer” (“Gewährung”).
Menos sostenible aún sería esta pretensión cuando Ferenczi
ensaya el análisis mutuo (Fer posth. 1985 (1932)); que Freud denostará como
“terapia del besar” (1207 F, 13.XII.31), pero en este trabajo, el autor tampoco
pretende ya la autorización. Las discrepancias con Freud en lo teórico, lo
técnico y lo personal, pueblan las anotaciones póstumas. De hecho, Ferenczi lo
mantenía semioculto, aunque sólo por el momento ya que Balint (Balint 1969) da
constancia de su interés por terminarlo, elaborarlo y darlo a conocer.
En resumen, la discrepancia técnica entre ambos surge
desde que Ferenczi comienza a introducir ideas que buscan ocupar este hueco
reconocido por Freud respecto a “lo positivo” (“tacto”, “sentir
con”, “elasticidad”), y aumenta hasta el enfrentamiento según añade
nuevas nociones: (“dejar hacer” (“alzar barreras”), “simpatizar
con” (“Mitfühlen”), “mutualidad”,...).
¿Qué hay en este desarrollo de “las indicaciones de naturaleza
positiva” que lleva a ambos a una discrepancia tan radical?. En lo que hace
a lo técnico, el problema reside en que al menos en cierta medida, para que
quepa lo positivo hay que “anular” alguna de las “obligaciones”,
empleando terminología de la carta de Freud en enero del 28; esto hace sobre
todo a la pretendida neutralidad del analista, básica en los principios
técnicos de los años 10. No es posible avanzar hacia lo positivo
pretendiendo mantener intacto lo negativo. Si se hace algo de positivo, la
neutralidad no cabe.
Por supuesto, hay que decirlo en primer lugar, se
puede entender de muchas maneras lo que Freud sitúa so capa del vocablo “neutralidad”,
tanto si se atiende al desarrollo de sus textos como si se consideran las
archiconocidas anécdotas sobre la realidad de su práctica. Y hay que decir a
continuación, que una parte significativa de los distintos lineamientos
postfreudianos, comportándose como “sujetos obedientes”, hipertrofió
este concepto. Pero en cualquier caso una actitud neutral, un estado de ánimo
de cirujano (como Freud imagina a un cirujano), se vuelve arduo si se puede y
se debe hacer algo de positivo.
Para Ferenczi sí se debe de hacer algo. Para ver si puede
y como lo logra, ensaya con sus innovaciones técnicas y los conceptos ligados a
ellas. Para Freud no es tan claro. De una parte es él quien aboga a favor de
que se ha de hacer algo de positivo, de otra, al menos lo que hace Ferenczi, le
provoca a Freud primero reserva (técnica elástica), finalmente abierto rechazo
(análisis mutuo).
En este breve recorrido por las innovaciones ferenczianas
ha quedado fuera una etapa del desarrollo del pensamiento del autor,
cronológicamente situada al final de la época en que ensaya la técnica activa y
antes de la presentación formal de la técnica elástica. Aludo a los nuevos
planteamientos que se derivan del pequeño libro conjunto con Rank en 1924
“Perspectivas del psicoanálisis” (Fer 1924 XXXVIII).
No suele considerarse este texto y esta fecha como una
etapa diferenciada en la evolución técnica de Ferenczi, pero la revaluación que
aquí hace de lo vivencial (“das erlebnis”) en la experiencia analítica,
es el pivote teórico desde el que, basándose en el texto freudiano “Recordar,
repetir y reelaborar” (Freud 1914g), se articula el particular interés de
Ferenczi por “las indicaciones de naturaleza positiva”. La repetición
intra-analítica que abra después el camino al recuerdo y al proceso de
elaboración debe ser facilitada, incluso alentada de no sobrevenir
“espontaneamente”, si por espontaneo se entiende lo que sucede en el setting
diseñado en la técnica clásica. Y favorecer la repetición, o potenciar el
componente vivencial, o tolerar y graduar la regresión (lo que vienen a ser
distintas formas de decir lo mismo), supone ya hacer algo de “naturaleza
positiva” en relación a la técnica clásica en la que la Einsicht, la
clarificación intelectual, ocupaba primer y casi exclusivo plano.
Aunque Freud todavía no haya escrito su carta sobre lo
positivo y lo negativo, aquí arranca la divergencia técnica fundamental de
ambos autores, que se puede presentar como la entrada en conflicto del concepto
de neutralidad, y por ende del principio de abstinencia, con el hecho en sí de
pensar, como es el caso de Ferenczi a partir del texto comentado de 1924, que a
la hora de la relación analítica el analista tiene algo que hacer de positivo.
Idea ésta sólo manifiesta en Ferenczi con la concepción de
la técnica elástica (1928), es incluso anterior al momento que marca
“Perspectivas…” (1924), puesto que ninguna intervención tan positiva del
analista como la inherente a la antigua técnica activa, si como indicación
positiva se considera el hecho de administrar “órdenes” y “prohibiciones”.
Aunque, si bien se piensa, lo positivo de la técnica activa consiste en
redoblar lo negativo reforzando el principio de abstinencia con medidas “en
contra del principio del placer” (Fer 1919 I). Las ordenes y prohibiciones
son positivas en una suerte de “menos por menos igual más”, puesto que vuelven
activo al paciente y vuelven activo al analista, al menos en el sentido de
administrador de actividad.
En resumen: Con el reforzamiento del principio de
abstinencia en la técnica activa, Ferenczi abandona la supuesta neutralidad
analítica. Pero “hacer más negativo lo negativo” se le revela como un callejón
sin salida, en el que, paradójicamente, buscando una mayor neutralidad, se
encuentra con la importancia de la presencia del analista como alguien que debe
hacer “algo” y que inevitablemente lo hace. Ello le lleva entonces a intentar
progresar mediante sucesivos ensayos directamente “positivos”. Primero el
momento de revaluación de la “erlebnis” que aparece en 1924, después las
etapas conocidas como “técnica elástica” (1928), “técnicas de
relajación y neocatarsis” (1930), y “análisis mutuo” (1932).
Indeterminación de lo positivo y
“healing”
Si se observa, esto que hay por hacer de positivo
según Ferenczi (y según Freud) tiene desde 1928 una cierta ambigüedad. Así,
sobre el concepto de “tacto” asociado a la técnica elástica, reconoce
que “con la palabra tacto, sólo consigo expresar la indeterminación en una
formula simple y agradable” (Fer 1928 III). Formulación por tanto
indeterminada, que además no acaba de satisfacerle, puesto que luego se ve
complementada por la asociada con el principio de Gewährung, luego por
los principios de mutualidad y Mitfühlen asociados al análisis
mutuo, para finalmente, al menos estos últimos, ser descartados por el propio
autor: “¡Nada de análisis didáctico especial!…. El análisis mutuo es un ir a
peor!”, titula y comenta con rotundidad en la anotación de 3.VI.32 (Fer
posth 1985 (1932)).
Indeterminación (“tacto”), introducción de
conceptos relativamente próximos pero diferentes (“sentir con” / “simpatizar
con”), ensayos fallidos (“análisis mutuo”): Ferenczi no acaba de
encontrar que es en concreto lo “positivo” a hacer. Ni acaba de encontrarlo ni
por otra parte parece que, cuando se interrumpe la búsqueda a causa de su
enfermedad y muerte, renuncie a esta concepción de que el analista debe hacer
algo positivo.
Es evidente que da por rotundamente liquidado el análisis
mutuo en junio de 1932, pero las anotaciones en el “Diario clínico” (Fer posth.
1985(1932)), que a mi juicio hay que intercalar y leer conjuntamente con las de
“Notas y fragmentos” (Fer post XXI) y con las no editadas por Balint y
presentadas por J. Dupont en Madrid 1997 (Dupont 2000), continúan con relativa
abundancia hasta diciembre de ese mismo año 32 y no transmiten a un Ferenczi de
vuelta al redil de la técnica clásica. Los llamativos haceres del análisis
mutuo desaparecen como tales, pero persisten como mutualidad analítica (“Una
nueva etapa en la mutualidad” 18.VI.32); en agosto escribe que “sin
simpatía no hay curación” (13.VIII.32), poco después divaga sobre una
posible técnica a la que llama “psicognóstico” (30.X.32), y sobre todo,
nos encontramos en varias ocasiones con un término, el de “healing” (17.I.32, 10.III.32,
13.VIII.32, 24.VIII 32 en “Diario Clínico” y 10.XI.32 en “Notas y fragmentos”), que me permito mostrar como el
vocablo más expresivo del último intento de “positividad” de Ferenczi.
Entre paréntesis unas veces, en el
título de alguna nota en otras, en inglés en repetidas ocasiones y
entrecomillado cuando lo utiliza en alemán, el término “healing” puede ser
entendido y utilizado como denominación del último ensayo técnico de Ferenczi,
su último intento de nombrar lo indeterminado que se ha de hacer de positivo en
análisis.
Como ocurre con tantas de las ideas recogidas en las
anotaciones póstumas, no es meridianamente claro a que alude Ferenczi con éste
término. El hecho de que lo utilice en inglés y de que repetidas veces nombre a
Mary Baker Eddy en las anotaciones (14.II.32 y 17.3.32), induce a pensar que lo
toma en alusión al método practicado por esta mujer, fundadora de la “Crhistian
Science” y de la práctica del “healing cult” que hacía parte de las ideas de
esta secta. Pero leyendo los párrafos en que directamente alude a las ideas de
Eddy, es claro que en cualquier caso su uso no es literal, sino tomado en
préstamo.
Puede especularse acerca de que sitúa bajo este término
leyendo entre líneas en las anotaciones, pero la especulación no puede perder
de vista la “indeterminación” de sus conceptos técnicos. Es más, parece que la
conciencia de sus errores en ensayos anteriores, refuerza esta tendencia a la
inconcreción, hasta el punto de que, en puridad, sólo se puede decir que
Ferenczi piensa que hay que hacer algo de positivo, que ese algo positivo lo
denomina “healing”, y tomar éste término en el sentido que en primer lugar la
dan los diccionarios: curativo, sanativo.
Es decir, lo positivo a hacer en análisis es mantener
una “actitud sanativa”. El reproche de Freud hacía sus últimos ensayos
técnicos como afectos de “furor sanandi” (Fortune 1993) puede ser
compartido o no, pero en cualquier caso parece claro que para Ferenczi hay
que mantener en análisis un “animus sanandi”.
Las bases teóricas del “animus
sanandi”.
Hasta el momento, éste trabajo ha tratado de mostrar
cómo los desarrollos técnicos de Ferenczi necesitan de las “indicaciones de
naturaleza positiva”; cómo le van conduciendo a que lo positivo se connote
como “healing”, y cómo todo ello hace inevitable tener que “anular
las obligaciones” impuestas en la técnica clásica. Pero, ¿por qué esta
necesidad de incluir en análisis lo positivo de corte sanador?, ¿qué
conceptualización teórica soporta este requisito técnico?. Las respuestas son
al menos dos, encadenadas lógica y cronológicamente entre si.
La primera tiene que ver con la toma en
consideración consecuente de lo contratransferencial. En 1919 Ferenczi publica
“La técnica psicoanalítica” (Fer 1919 LXXXII), en plena época de
experimentación con la técnica activa. En los tres primeros capítulos se hace
ver cómo el analista es inevitablemente activo cuando pide al analizado que
hable en asociación libre, cuando se autoriza para una forma de respuesta que
no sigue el diálogo convencional, cuando marca límites entre la agresión verbal
(permitida) y la de hecho (prohibida), cuando no se permite aconsejar o cuando
por contra considera adecuado hacerlo, etc., etc. Todo ello le conduce
coherentemente a profundizar en el cuarto y último capítulo en el necesario
“Dominio de la contratransferencia” (título del mismo).
La contratransferencia, la “metapsicología de los
procesos psíquicos del analista en el curso de la cura” (Fer 1928 III),
mantenida en voz baja por Freud después de conceptualizarla (Freud 1910 d),
toma desde aquí primer plano en el trabajo de Ferenczi quien no la entiende ni
la maneja como algo posible o deseable de eliminar, como era la posición de
Freud, sino como algo no sólo inevitable, sino además digno de ser considerado
un valioso elemento en el proceso analítico por más que en principio se muestre
como un obstáculo, que fue lo que ocurrió con el descubrimiento de la transferencia.
Y si el analista está sujeto a contratransferencia, el
“precepto negativo” de la neutralidad analítica se revela como de imposible
cumplimiento. Es lo que, en filiación directa con Ferenczi, mostrarán Alice
y Michael Balint (Balint, A. y M. 1939), cuando hablan de la pretendida
neutralidad analítica como algo del orden de la idealización ilusoria. O
buscamos un significado muy peculiar del término neutralidad, poco afín con el
diccionario, o la supuesta “neutralidad” es, dicho con rudeza, una impostura,
una “hipocresía profesional” (7.I.32) por imposible en la práctica.
Con este desarrollo sobre la imposibilidad de un analista
neutral y con la necesidad de asumir entonces los fenómenos
contratransferenciales como factor operante en la cura, estuvieron de acuerdo
primero unos pocos analistas (Balint, Winnicott) y luego muchos (a partir de
Paula Heimann), que en forma más o menos velada o explícita asumieron la
necesidad de hacer algo de positivo, o por ser más exactos, la imposibilidad de
no hacerlo.
El segundo puntal teórico que obliga a Ferenczi al “animus
sanandi” tiene que ver con su última época, la que podemos relacionar con la
comunicación epistolar a Freud en 1929 (1165 Fer, 25.XII.29) de su punto de
vista según el cual se ha producido una “subestimación de la realidad
traumática en la patogénesis”, cuando en su experiencia cree observar que “en
todos los casos”, existen “bases traumáticas” de la
enfermedad.
La importancia de hacer algo de positivo, del
“healing” en esta última denominación, no es sólo algo inevitable puesto que
inevitable es el vínculo tranferencial-contratransferencial, sino
imprescindible si se quiere abordar el “factor traumático”.
Para Ferenczi, aunque quizás nunca llegue a decirlo
abiertamente en sus textos, salvo en las anotaciones póstumas y en la carta a
Freud reseñada, toda patología psíquica tiene en mayor o menor medida un
componente traumático. Se hace evidente para el lector desde el primer artículo
de los agrupados por Balint como “Final Contributions”(1928-1933): “La
adaptación de la familia al niño” (Fer 1928 I).
Aquí el autor recuerda los traumas inevitables en la
génesis del sujeto: destete, control de esfínteres, etc. Nada nuevo grosso modo
respecto a lo planteado por Freud, pero hay un especial énfasis en ello, y
sobre todo en lo prácticamente inevitable de que tales traumas vayan más allá
de lo estrictamente imprescindible para que opere la castración simbólica. Es
inevitable añadir a lo inevitable un nivel lesivo, traumatógeno sensu estricto,
innecesario en el proceso necesario de construcción del sujeto psíquico, si se
me permite el juego de palabras. Para Ferenczi existe la “madre suficientemente
buena” (Winnicott), pero no la madre “perfectamente buena”. Siempre habrá un
resto de desacople, de falta de empatía y de desmentida que traumatizan al
sujeto.
A estas alturas (1928), aún no tiene depurada su
concepción del trauma psíquico como sucediendo en tres tiempos. Esto no
ocurrirá hasta las anotaciones póstumas y hasta “Confusión de lengua entre los
adultos y el niño” en 1932 (Fer 1933 IX), pero en una lectura retrospectiva la
podemos intuir ya desde el artículo de 1928 cuando insiste en la importancia de
minimizar los traumas evolutivos.
Recordemos brevemente que en “Confusión…” el trauma
prototípico sucede cuando un niño deseoso busca a un adulto con el que
compartir algún impulso del orden de lo libidinal (primer tiempo); en un
principio el adulto responde a la llamada, participa con él, incluso potencia
el encuentro (segundo tiempo), para después retirarse del mismo movido por su
propio desbordamiento libidinal generador de culpa, negando ante el niño
(desmintiendo), toda la secuencia anterior (tercer tiempo).
Es esta consideración de lo traumático como universal,
consecuencia de los mecanismos de “desmentida” en los vínculos originales, la
que lleva a Ferenczi a concluir que el analista tiene entre sus tareas la de
favorecer el proceso de “healing” e incorporar a su función analítica la de
“healer”. Es lo que expresa en “Confusión…” y matiza y profundiza en numerosas
ocasiones en las anotaciones póstumas, como la primera de las que agrupa el
“Diario Clínico”: si la causa de la patología, o una parte de la misma, reside
en un vínculo infantil en el que la figura significativa renegó su
participación, y si el analista de nuevo desmiente ante su paciente su
participación contratransferencial en aras de la pretendida “neutralidad”, no
se consigue sino redoblar el trauma infantil del que vino a ser liberado
(7/I/32). Un analista neutral, que aparenta no estar implicado en los
fenómenos en que le envuelve la contratransferencia, es un “hipócrita
profesional” (Fer 1933 IX), agente de yatrogenia. Hacer algo nuevo
(“healing”) que discrimine el tiempo pasado del actual analítico, forma parte
esencial de la cura.
¿Pero entonces?, ¿qué es eso de positivo que hay que
hacer?. A mi entender, como queda dicho, la última respuesta de Ferenczi parece
ser: hay que incluir en la cura la dimensión de healing y en la función
analítica la de healer.
¿Y qué cosa es “healing” y cómo se es “healer”?. No se
sabe, o al menos no se sabe bien. La lectura atenta de las anotaciones en que estos
vocablos aparecen, puede conducir a algunas pistas sobre su contenido que no me
propongo desarrollar en éste trabajo (revaluación de la sugestión, “auténtica
simpatía humana” (10.III.32), sinceridad profesional, “flujo mutuo”
(17.I.32) etc.). Pero además, si queremos mínimamente cercarlo habrá que
recurrir a toda la batería de conceptos que el autor ha ido introduciendo desde
al menos 1924; “potenciación de las erlebnis”(1924), “tacto”, “elasticidad”,
“sentir con” (1928), “dejar-hacer”(1930), “simpatizar con/compadecer”,
“mutualidad” (1932),… “healing”… para llegar a la paradójica conclusión de que
toda la búsqueda de Ferenczi en pos de un método válido para hacer transcurrir
el proceso analítico, -- lo que en 1928 le lleva al autoengaño de manifestar: “tengo
el sentimiento de que (…) las diferencias de técnica analítica están en trance
de desaparecer” (Fer 1928 III), e incluso por momentos le hace poner el
carro delante del caballo, dando prioridad al método sobre el proceso
(Bokanowski 1992)--, culmina contradictoriamente en 1932 con que poco se puede
decir acerca del método, que éste es y será siempre indeterminado porque queda
siempre y obligatoriamente en función de la “ecuación personal” de la
que hablara Freud . Con la diferencia radical de que así como en algún momento
Freud expresa su convencimiento, o su deseo, de que tal ecuación se verá
minimizada o incluso suprimida con el desarrollo del conocimiento analítico,
por el contrario a Ferenczi, a pesar de en principio pretender lo mismo, sus
ideas y haceres le llevan a situar en el centro mismo de la experiencia
analítica esta “ecuación personal”, lo que no puede sino desagradar al
positivista Freud.
Ecuación personal, en la que el analista está obligado,
por el método que sea, a hacer algo de positivo con intención sanativa y a
considerar su función de sanador, ofreciéndose a participar en una “experiencia
emocional correctora” (Alexander), en un “new beginning” (Balint), o como
quiera se denomine, que permita discriminar y elaborar los traumas del pasado.
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