El animus sanandi de Sándor Ferenczi.
José Jiménez Avello[i]
De la doxología al psicoanálisis
Me propongo de comienzo discriminar algunos rasgos característicos del pensamiento y hacer de Ferenczi que le diferencian respecto a Freud, quien siendo el punto de referencia para todo psicoanalista, lo fue muy particularmente para Ferenczi, primero su “paladin” en el Comité Circular, después su “gran visir secreto”, "primum inter pares” de la primera generación de analistas, aquel que debía rezar “la oración fúnebre sobre mi tumba”, aunque el destino quiso que “veinticinco años de una comunidad de vida, de sentimientos y de intereses” finalizaran con la prematura muerte del Gran visir, entre dieciseis y diecisiete años más joven que el Califa Freud.
Puestos a la tarea de discriminar un maestro de otro, lo primero ha realzar entiendo ha de ser lo que aquí denomino como el “animus sanandi” de Ferenczi, parafraseando la acusación de “furor sanandi” que el anciano Freud hizo acerca de él. Lo que nos abre a un espectro más amplio de diferencias: Freud se sitúa del lado del padre, del maestro, del analista, de la autoridad; Ferenczi del del hijo, del discípulo, del paciente- de aquí su “animus sanandi”-, del sometido. Por supuesto que estas atribuciones son simplificadoras, y al lado negativo de este tipo de simplificaciones me referiré más adelante, pero valgan para un primer acercamiento “grosso modo”.
Ferenczi se pone del lado del hijo porque es el octavo de doce de ellos, quinto varón, y no el primero y favorito de sus padres como lo fue Freud. Del lado del discípulo por lo que es obvio. Del del paciente también lo es si se conoce que lo fue de Freud en un naïf y a posteriori insatisfactorio para él análisis didáctico. Del lado del sometido porque en tal posición lo mantuvo el maestro, con su complicidad, todo hay que decirlo.
¿Se entiende así que Ferenczi se plantee como debe de adaptarse la familia al niño y no lo contrario?¿Que denuncie el sometimiento del alumno en una educación autoritaria?¿Qué caiga, aquí sí, en el “furor sanandi” del “análisis mutuo”? ¿Qué nos abrume con una precisa y preciosa descripción del proceso de “introyección del agresor”? ¿Qué atienda por primera vez a la posible intrusión disruptiva, “pasional”, de los padres en el transcurso del Edipo del niño?.¿Podría de esta serie deducirse ya y sin más por qué se posiciona nuestro autor en la “guerra de los sexos” del lado de la mujer? Desde luego es lo que hará en sus últimos años cuando piensa en ella como provista de una “genitalidad precoz”, pero incluso en el absoluto primer comienzo de su abra analítica cuando reflexiona sobre el daño que un tempo más rápido y “abusivo” del hombre en el coito daña física y psíquicamente a la mujer.
No discuto con todas estas reflexiones el peso en estas actitudes del factor que la que durante muchos años fue su analizada, Melanie Klein, alzaprimó: la importancia de la constitución de Sándor. No discuto lo que de los pares cromosómicos de Rosa y Barüch, sus padres, viniera. Tampoco la importancia de lo que entre nosotros psicoanalistas tiene aquello que evoca el término de Bion: lo “inefable” de cada cual.
Pero al mismo tiempo mantengo y gusto de repetir aunque sé no tener la patente, que en toda ciencia, pero en particular en toda ciencia de la subjetividad, es indispensable atender a la subjetividad de quien la formula.
Cuando ese hombre con "tendencia a la intriga, a los triunfos secretos y a la perfidia" que fue Ernest Jones, trató de vetar la publicación de los últimos escritos de Ferenczi que hablan entre otras cosas de seducciones de adultos a los niños, ¿habrá que pensar en las dos obligadas emigraciones del galés, primero a Canadá y luego a Estados Unidos huyendo de acusaciones legales contra él por intentos de abuso a menores?.
Y hablando de Jones, ¿habrá que no cerrar los interrogantes para formular otro acerca de cómo pudo la comunidad psicoanalítica aceptar de tan buen grado las falacias que en su biografía de Freud escribió sobre nuestro autor, despachándole para la historia como un psicótico sumido en un cuadro alucinatorio-delirante durante sus últimos años?. ¿Cómo fue posible tal credulidad, si el propio Jones cuenta el empeño de Freud hasta última hora en hacerle presidente de la I.P.A?.Hacer a alguien presidente puede ser una patada hacia arriba para eliminarle de la contienda y privarle de la originalidad que por esa época comenzaba a florecer en el húngaro ,y de hecho de eso se trataba en parte:,¿pero es imaginable que Freud tuviera la intención de dejar a su “niño necesitado de cuidados”, “la obra de mi vida”, en manos de un psicótico preso de alucinaciones y delirios?
Remito al lector para profundizar sobre este asunto al artículo de Judith Dupont en el Dossier Ferenczi publicado en Intersubjetivo, pero si se me permite una incursión sobre esta cuestión, breve a riesgo de simplista, y con toma de posición, a riesgo de tener que reconocer como Balint mi “transferencia positiva” hacia Ferenczi, creo encontrar dos clases de esbozos de respuesta a la fácil aceptación de la supuesta locura del húngaro.
Por un lado se atrevió a plantear cuestiones tan incómodas para el analista como la posibilidad del “traumatismo intra-analítico, o la relación de “esclavitud analítica” en que la supuesta cura pude derivar, o las necesarias “empatía” y “simpatía” en su quehacer, todo ello frente a la cómoda abstinencia freudiana, que salta con estos conceptos en mil pedazos y se “atomiza”, parafraseado a nuestro autor, con el reconocimiento de que ciertos “pacientes necesitan verdaderamente ser adoptados”.
Discrimino de estos motivos en el origen del malditismo que durante décadas ha perseguido a Ferenczi otro que deriva de la humana naturaleza y su pacato narcisismo: Toda hagiografía se inscribe en una ortodoxia y toda ortodoxia necesita de una heterodoxia, o lo que es lo mismo, Deus Freud necesita de Deus depredator Ferenczi. No lo digo yo, es el ínclito Jones quien traduciendo a Freud cambia en llamativo lapsus calami el apelativo que éste aplica a su visir de “godfather” (padrino, promotor) por el de “God the father”.
A la comunidad psicoanalítica le vino como hamaca al reposo no tener que aceptar que lo que Freud quiso hacer pasar por molinos (la posiblidad del traumatismo y la esclavitud analítica), eran en verdad gigantes. A la iglesia psicoanalítica le vino al cirio encontrar a su ángel caído, a su hombre incorrecto alabando a la divinidad Freud, su heterodoxo, ya que según el diccionario, doxología es la “ciencia que estudia las formas correctas e incorrectas de alabar a la divinidad”.
Ya se sabe: “a quien se adelanta mucho, no le siguen, le persiguen”.
“Border line” o “zone of boundery”
El viajero que se allegue a la punta sur de España en Cádiz, encontrará una serie de bellos pueblos blancos denominados Chiclana de la Frontera, Vejer de la Frontera, Arcos de la Frontera, y otros …de la Frontera., sobre los que resulta labor vana el intento de formar con ellos frontera alguna con la idea de rayas y puntos a la que los mapas nos tienen habituados. Esto es así porque la frontera a la que apelan no es ninguna línea (border line), sino un territorio impreciso (zone of boundery) entre los antiguos reinos de Taifas de Sevilla y Granada, los cuales por momentos formaban parte de uno de los reinos, por momentos del otro, y en otros muchos de ambos.
Más allá de localismos para el lector español, debo a Malcolm Pines en exposición oral, la reflexion que mediante estas expresiones él se planteaba aplicandolas la “Historia de las escisiones en psicoanálisis”, que yo voy a aplicar aquí al “trágico desentendimiento entre Freud y Ferenczi”.
Rezaba la tesis de Pines: cuando dos pensadores A y B comparten una amplia zona de conocimientos, hasta el punto de que llega a ser difícil de discriminar si tal desarrollo corresponde a A, a B, o incluso es compartido por ambos (zona AB), la humana naturaleza -la potencia destructiva de la “pequeñas diferencia narcisistas”-, puede conducir a que el pensador A se empobrezca respecto a si mismo, restringiéndose a reconocer sólo como su propio pensamiento (A menos AB). El pensador B por su parte se cercenara restringiéndose a (B menos AB).
Figura 1
Pero para aplicar a la interrelación del corpus de conocimientos freudiano y de Ferenczi hay que hacer, primero una matización, después una modificación, del diagrama anterior. Lo matización consiste en hacer mucho mayor la zona AB.
Así lo exige el hecho de que Ferenczi siempre fue freudiano hasta las cachas; nunca abandonó lo que son los puntos básicos del pensar y el quehacer psicoanalíticos: inconsciente, transferencia, Edipo, sistemas o instancias, etc. Aún en los momentos en que su renuevo técnico y teórico se distancia más de Freud, allá por los años 30, lo que hace es, en lo teórico, repensar con el instrumento diseñado por Freud - el abordaje metapsicológico desde su triple perspectiva, económica, dinámica y tópica-, y en la práctica de la época, la “relajación y neocatarsis”, entiende al principio de “relajación del analista” como una profundización del principio de “atención flotante”, y a la neocatarsis como una forma de “asociación libre literal”.
En cuanto a la influencia del discípulo sobre el maestro, hay que decir que es el autor más citado por él: son 69 las citas éxplicitas que hace del húngaro en su obra, según la compilación de Angela Richards (muchas más implícitas).
Es llamativa la evolución del uso por Freud del término “introyección” (arrojar dentro), neologismo de paternidad ferencziana. Cuando lo utiliza por primera vez, en Pulsiones y destinos de pulsiones, añade cuando lo nombra, “(según la expresión de Ferenczi [1909]”. Cuando tras otras muchas ocasiones, en 1925 hace nuevo uso en La negación, ya no hay ninguna referencia a Ferenczi: "El yo-placer originario quiere, como lo he expuesto en otro lugar, introyectarse todo lo bueno, arrojar de sí todo lo malo". O lo que es lo mismo, Freud ha introyectado el concepto de introyección. Sobre el diagrama de Pines modificado, la introyección se ha estabilizado en el interior de la zona AB.
También es significativo leer Análisis terminable e interminable pensando en esta zona AB: las mejores expectativas de la cura analítica están en lo que tenga que ver con lo traumático (¡habla Freud!); a la contratransferencia, aunque sin nombrarla, le dedica el más extenso espacio en toda su obra; reflexiona sobre la “roca viva” del individuo… , temas todos ellos característicos de Ferenczi, quien además es el paciente ejemplo sobre la imposibilidad de producir una transferencia hostil artificial.
Si la presencia de Freud es explícitamente abrumadora en Ferenczi, quizás no lo sea menos la de éste en aquel. A Freud está en B Ferenczi, y B en A, formando un muy amplio sector de círculo AB, es lo que quería sostener con los anteriores párrafos. Es curiosa la anécdota sobre lo lo sucediedo con los fenómenos denominados aloplásticos (defensas que buscan modificar el entorno) y autoplásticos (que buscan la parte camaleónica del sujeto tratando de modificarse a si mismo según el medio). Nombradas por primera vez en Reflexiones psicoanalíticas sobre los tics, se puede rastrear en la correspondencia entre ambos como primero Freud le felicita por la idea, luego como Ferenczi dice haberla usado porque se la escuchó decir al maestro en conversación personal, lo cual después este dice que fue al revés… En fín, pura zona AB.
Por tanto, el esquema de Pines, a base de metapsicologías con o sin pulsión de muerte (con/ Freud – Ferenczi/ sin), asociaciones libres /asociaciones libres literales, rocas vivas, autoplastias y aloplastias, etc, habrá de matizarse más o menos así,
Figura 2
Pero para expresar la situación e la interrelación Freud /Ferenczi según era capatada por la comunidad psicoanalítica, al menos hasta hace unas tres -cuatro décadas, cuando comenzó en Francia su recuperación, esta imagen no era válida. Precisaría hacer figurar en ella la modificación que preanuncié. Dado el malditismo que sepultó a Ferenczi, la tesis de Pines habrá de modificarse así: el pensador A se desprovee de ciertos aspectos de su propio corpus, se apropian él o sus seguidores de aspectos originalmente de B…, y a B se le envía al limbo de los justos (que además ahora resulta que ni siquiera existe, según Benedicto XVI).
Sobre el esquema,
Figura 3
Este último diagrama, como apuntaba, hubiera sido de validez prácticamente universal hasta los años 60. Desde entonces, el esfuerzo de rescatar a Ferenczi por sus sucesivos legatarios, Michäel Balint y Judith Dupont, por aquellos que ilusionadamente les siguieron (Granoff, Maria Torok y Nicolas Abraham, André Haynal…), y de los que orgullosa y modestamente les seguimos, ha puesto en cuestión la universalidad del anterior esquema. A día de hoy habría que dibujar muchos y diferentes diagramas según adscripciones, regiones del mundo y estudiosos. Personalmente, lo que me quedo y lo que enviaría al limbo lo esquematizaría gráficamente así
Figura 4
Zona AB.- Todo el corpus psicoanalítico que arrancando de Freud se abre a través de Ferenczi a lo que ha de ser el psicoanálisis del siglo XXI si quiere ser.
Zona excluida A.- La que tiene que ver con el solipsismo, con la “one body psychology” de Freud, y con lo que su técnica tiene de “metodología sádico-educativa”.
Zona excluida B.- La relacionada con el experimento de Ferenczi del “análisis mutuo” desarrollado durante seis meses del año 32.
El Gran Visir que renunció a ser Califa
(a modo de apunte biográfico)
Raras veces, sobre todo tras leer a Cristopher Bollas, puede pensarse en un destino aciago, pero hay que hacer un esfuerzo para no caer en ello con Ferenczi. Por tres veces fue “candidato in pectore” para Presidir la I.P.A. Las tres terminaron mal.
La primera en 1918, año en que se celebra el V Congreso Internacional de Psicoanálisis en su ciudad, Budapest, organizado bajo sus cuidados y los de su Escuela. Allí es nombrado presidente entrante en una situación política tras la recién terminada Gran Guerra en que se hacen con el poder fuerzas progresistas, pro-psicoanalíticas hasta el punto de nombrar a Ferenczi titular de la primera Cátedra de Psicoanálisis de la historia.
Pero pocos meses despues,un “golpe blando”, instaura una dictadura fascistoide, similar a la de Franco, que le expulsa de la Universidad, pone en cuarentena al psicoanálisis hasta el punto de que un policía disfrazado de paisano asístía a las actividades de la Escuela de Budapest -como no recordar los españoles de mi generación a los “sociales “ de cuando el genocida dictador-, y obliga a su director a una prudencial desaparición de la ciudad durante unos meses. En tales condiciones, Budapest no se ven el mejor sitio para emplazar la sede psicoanalítica ni para presidirla desde alli, por lo que Ferenczi se ve obligado a renunciar al cargo.
En 1929, por segunda vez, su “querido hijo” es el candidato de Freud para el Congreso de Oxford. Pero Ferenczi ha realizado poco antes, de otoño de 1926 a primavera de 1927, invitado por la New School for Social Research, un exitoso viaje por Estados Unidos: cursos, conferencias, supervisiones y tratamientos breves se convierten en un auténtico baño de reconocimiento para Ferenczi. Sólo algo no fue tan bién: en sintonía con Freud, se muestra decidido partidario del análisis profano desde su primera conferencia ante la Asociación Psicoanalítica de New York, cuando los directivos de la I.P.A allí, capitaneados por Brill y Jones se mostraban fuertemente contrarios a la posibilidad de la práctica del análisis por no médicos.
Las ampollas que entre el poderoso núcleo americano levantó hacen que Freud deje caer su cantada candidatura, no sin la mala conciencia que estas palabras revelan: . “Lo que he pensado (…) es que usted me reprocha a mí –o a nosotros- no haberle ofrecido la posición que le es debida de jefe de la I.P.A., lo que no se ha hecho únicamente en razón de la penosa política, de la amenaza de una hostilidad acrecentada de parte de Jones y de disgregación de la Asociación.”.
Por tercera y última vez, en 1932 es el candidato a presidente en el congreso de Wiesbaden para Freud y su entorno. El húngaro reconoce haberse sentido herido al ser marginado en Oxford, pero a estas alturas “pasa” de política : “Tener que renunciar a la dignidad de presidente me ha hecho mal, como usted supone adecuadamente… Si reconozco sinceramente el dolor de haber sido apartado, también honestamente puedo decirle que he superado ese dolor tanto como tal superación es posible (¡créame!)”. Y habla de lo que para él es una consecuencia positiva, una liberación: “...me siento así liberado de preocupaciones superfluas, y mi interés ha girado hacia cosas mucho más importantes; mi verdadera disposición es la investigación y, liberado de toda ambición personal, me he sumergido con curiosidad redoblada en el estudio de mis casos”.
A pesar de todo y a regañadientes, acepta la candidatura dada la vehemencia de la petición del maestro para que sea su “paladín y gran visir secreto” (recuérdese que el Gran Visir es quien sucede al Califa), “ya que no querría que ningún otro sino usted pronunciase mi oración fúnebre” .
Pero poco antes del congreso, esta vez es él quien motu propio renuncia. Aduce para ello motivos sólidos. Enfrascado en los radicales experimentos de su última época, la renuncia es coherente tanto con saberse en un extremo del arco freudiano, como con su intención de dedicarse a la producción científica y al estudio de casos lejos de los reñideros institucionales: “…he llegado a una situación resueltamente crítica y autocrítica que, en ciertos aspectos, parece imponer no sólo complementos, sino también correcciones a nuestros puntos de vista prácticos, y por extensión también teóricos. Tengo el sentimiento de que una tal disposición de ánimo no concuerda en absoluto con la dignidad de un presidente, cuya preocupación principal debe de ser la conservación y consolidación de lo que ya existe; en el fondo de mí, siento que no sería siquiera honesto ocupar esa posición.”
La renuncia levanta las iras de Freud, que ve en ello una confirmación de que el húngaro vive en una “isla de sueños”” , y sobre todo porque siente una paranoica amenaza de que tenga en mente abandonar la “vieja formación” (I.P.A) para fundar “una nueva”. (Rank, Jung, Steckel, etc., en el recuerdo). Paranoica amenaza porque nada más lejos de nuestro autor que capitanear cualquier escisión o “herejía” a estas alturas, desencantado y desinteresado como está con toda “formación”, sea la “vieja IPA”, fundada con su exhorto en 1910, o cualquier otra.
Con estos precedentes, tiene lugar el que sería el último encuentro Freud/Ferenczi a finales de agosto. Como si de una película de Hitchcock se tratase, el año arranca en un punto de máxima tensión, para a partir de aquí ir creciendo hasta llegar a la conmoción.
Antes de acudir al Congreso de Wiesbaden, que se celebró los primeros días de septiembre, Ferenczi se detiene en Viena y acude a casa de Freud para leerle la comunicación preparada para el Congreso, titulada Las pasiones de los adultos y su influencia sobre el desarrollo del carácter y de la sexualidad de los niños.
Punto máximo de elaboración de la teoría traumática de Ferenczi y de algunas de sus ideas técnicas (y éticas), su lectura a Freud supone también el punto máximo de enconamiento en la larga relación. Según Jones, todo lo que hubo fue una seca lectura del artículo. Dada la escasa credibilidad histórica que tiene acreditada, puede resultar más confiable la narración que realiza Lajos Lévy, médico personal de Ferenczi, psicoanalista además, quien narra haber tenido conocimiento del encuentro por parte de ambos. Por Freud a la mañana siguiente en que es recibido por él, también viajero en Viena hacia Wiesbden. De boca de Ferenczi, muchas veces tras el regreso de ambos a Budapest.
Lévy escribe que los dos se referían a una larga y fuerte polémica que afectaba a las bases mismas del psicoanálisis y particularmente a asuntos de ética. La comentada negativa de Ferenczi a estrechar la mano de Freud en la despedida, según la narración de Jones , no fue tal, sino que Ferenczi le explicó que en el momento de retirarse, sufrió una parálisis momentánea que le impedía moverse y caminar, lo que Lévy duda en considerar como síntoma psicógeno o como complicación neurológica de la enfermedad que padecía y de las que meses después moriría.
Ferenczi está gravemente enfermo, en la última fase de la enfermedad letal. Tras el congreso toma vacaciones por el sur de Francia en un penoso viaje “de cama en cama”: “Querido señor profesor: La amplitud del tiempo de reacción le permitirá medir la profundidad de la conmoción que ha acompañado a nuestra discusión en Viena, antes del congreso. Desafortunadamente, estas cosas en mi están siempre unidas con dificultades físicas, de suerte que mi viaje hacia el sur de Francia, pasando por Baden-Baden, ha sido de hecho un “voyage de lit à lit”.
Nada mas regresar a Budapest, el 2 de octubre, recibe una nueva dura carta: “...no creo que vaya a corregirse como yo me corregí una generación antes”...”Desde hace dos años, se ha alejado sistemáticamente de mi (...) Creo estar objetivamente capacitado para mostrarle el error teórico de su construcción, pero ¿para qué?.. Estoy convencido de que es Vd. inaccesible a todo cuestionamiento”.
Ese mismo 2 de octubre, Ferenczi escribe en sus anotaciones lo que puede ser entendido como una respuesta autoanalítica a la carta de Freud. En ella reflexiona sobre éste y sobre su propia situación y enfermedad:
“En mi caso, una crisis sanguínea ha sobrevenido en el momento mismo en que he comprendido que no solamente no puedo contar con la protección de una <potencia superior>, sino que por el contrario, soy pisoteado por esta potencia indiferente desde que sigo mi propio camino - y no el suyo.
La comprensión a la que esta experiencia me ha hecho acceder, es que no era valiente (y productivo) mas que cuando me apoyaba (inconscientemente) sobre otra potencia, que no he sido pues nunca <adulto>. Logros científicos, matrimonio, lucha contra colegas muy fuertes - todo esto no era posible sino protegido bajo la idea de que puedo en todas las circunstancias contar con este sustituto del padre... ¿Es que la única posibilidad de seguir existiendo es abandonar la mayor parte del propio si mismo para ejecutar plenamente la voluntad de esta potencia superior (como si fuera la suya)?.
E igual que debo ahora reconstituir nuevos glóbulos rojos, ¿debo (si puedo) crearme una nueva base de personalidad y abandonar como falsa y poco fiable la que tenía hasta el presente? ¿Tengo aquí la elección entre morir y <reconducirme> - y esto a la edad de 59 años?”
Cuando escribe estas impactantes líneas, de un hemograma y una punción retroesternal acaba de surgir el diagnóstico de anemia perniciosa de Biermer, arrastrada probablemente desde años atras.
El 26 de diciembre de 1932 sale de su pluma el último apunte de corte científico (Análisis de traumatismo y simpatía). Pero aún le queda un último hálito para seguir escribiendo a Freud:“El Año Nuevo es, con toda seguridad, nada más que la ocasión exterior para asegurarle que soy consciente de los numerosos años de buen entendimiento entre nosotros y de gratitud por su interés y gentileza”.. Freud al día siguiente: “Habla Vd. de los numerosos años que ha durado el buen entendimiento entre nosotros. Pienso que era más que eso, era más bien una comunidad íntima de vida, de sentimiento y de intereses”.
Según su médico personal, Lajos Lévy: “A pesar de análisis sanguíneos casi normales, síntomas de una mielopatía funicular aparecieron a comienzos de marzo del 33. Se generalizaron rápidamente. Aparecieron alteraciones de la marcha, ataxia de las extremidades superiores, alteraciones de la vista, incontinencia de la vejiga y el recto…”.
Ferenczi fallece en su casa de las colinas de Buda el 22 de mayo de 1933.
[Para el resto de la biografía, vease Sándor Ferenczi (1873 -1933)].
Notas
[i] © José Jiménez Avello. Dirección: C/ Sagasta, 12 / 28004 Madrid / España. Tf. –34-914461093 / E-Mail: jjimenezavello@psicoterapiarelacional.es. José Jiménez Avello representa, por encargo de Judith Dupont, el legado literario de Ferenczi en lengua castellana.