Muchas veces, tal vez demasiadas, no nos paramos a reflexionar sobre la vida que llevamos y no somos capaces de ver y sentir que ésta transcurre de forma natural entre múltiples obstáculos y una sucesión de problemas. Desde niños tenemos que aprender a gestionar toda una serie de dificultades afectivas y prácticas, pero la mayoría del tiempo estamos convencidos de estar atrapados en una especie de red sin escapatoria; para lo bueno queremos ser únicos y para lo malo nos sentimos muy solos ante el mundo.
Cuantas veces no miramos más allá de nosotros mismos, convencidos de que el mundo es algo extraño y ajeno a nosotros. Por eso, al ver las películas: 2:37 (La hora del suicida) de Murali.k.Thalluri; Yo de Rafa Cortés; Relatos de Mario Iglesias; Precious de Lee Daniels; Sólo un beso de ken Loach; Cosas que nunca te dije de Isabel Coixet; Hable con ella de Pedro Almodovar; Todo está iluminado de Jens Lien y El inadaptado de Elijah Wood; entre otras muchas;se me ocurrió el tema del cine Forum del Ágora, 2011-12: La conexión emocional: Más allá de uno mismo.
Estos films nos muestran que no somos los únicos con problemas en esta vida, siempre habrá alguien con una dificultad distinta o algún conflicto y sobre todo, que la manera más inteligente, casi diría yo, la única manera de encontrar soluciones requiere la colaboración de otras personas; y esa ayuda suele llegar siempre a través de la comunicación y la conexión emocional.
Cuando dos subjetividades conectan se experimenta la vivencia del yo siento que tú sientes que yo siento… como explica Ramón Riera en su último libro, La conexión emocional, 2011; Octaedro; Barcelona.
En ese sentir, la emoción nos permite evaluar situaciones; no sólo es el pensamiento reflexivo el que viene en nuestra ayuda para tomar decisiones; podemos estar pensando y pensando, dando vueltas a una idea, y sólo cuando compartimos con alguien de confianza, cuando somos capaces de escuchar, de ponernos en el lugar del otro; cuando el otro se pone en nuestro lugar; cuando nos sentimos acompañados, es cuando vemos más clara y más cercana la solución.
Los temas que plantean estas películas son complejos, pero tratados con esa luminosidad que sólo tienen los buenos directores; temas que abarcan desde la emigración, el aislamiento social y familiar; la búsqueda de identidad, el deseo de superar obstáculos; la necesidad de ir detrás de los recuerdos que no acabamos de entender; etcétera; a través de unos personajes muy actuales, de nuestra sociedad global en la que convivimos con ese eclecticismo que permite, por lo menos aparentemente, que cada uno componga su propio personaje.
El inadaptado es una película noruega que ha recibido el premio Mejor Diseño de Producción del Festival de Cine Fantástico de Sitges; yo no sabría como calificarla, entre el drama y la comedia, aunque no acabo de ver la parte fantástica si no es por el inicio de la historia. Me recuerda a Un hombre sin pasado del director finlandés, Ari Kaurismaki, del año 2002, que fue nominada a los Oscar 2003, en el apartado de mejores películas extranjeras.
El personaje vive en una sociedad de bienestar, rodeado de todos los recursos para hacer su vida agradable y feliz; todo es perfecto en una sociedad perfecta y sin embargo se siente vacío, nada tiene sabor ni olor; nada tiene sentido para él. Es algo espeluznante porque, además, todo transcurre entre una paz inquietante y una soledad que nos deja el alma helada como heladas parecen las imágenes, que las tengo en mente como si fueran en blanco o negro y no puedo afirmar mientras escribo, que esta historia esté rodada en blanco y negro; tal vez por eso es muy interesante; porque ya sólo el ambiente nos transmite muchas sensaciones. Woody Allen explica que le gusta rodar en blanco y negro, aunque por cuestiones económicas tiene que hacerlo a todo color porque las imágenes en blanco y negro despiertan la imaginación y transmiten mejor las emociones.
La vida la podemos ver en blanco o negro o a todo color, pero siempre estará llena de matices, que son los que nos darán sabor, olor, intensidad, profundidad, es decir toda la gama de emociones que nos ayudarán a conectar con los otros y a valorar lo que nos rodea.