El discurso del Rey acaba de conseguir siete Globos de Oro, y doce nominaciones a los Oscar; es un clásico en todos los sentidos; ambientada en la sociedad inglesa de los años treinta del pasado siglo, la puesta en escena es excelente, y los actores nos trasladan sin ningún esfuerzo a esa época, y a la vida del Rey Jorge VI, padre de la reina Isabel de Inglaterra; con dificultades en el habla que, le impiden desempeñar sus actividades de rey.
La traigo a este espacio por su calidad y por el tema central: El tratamiento de un paciente con tartamudez; un dato curioso es que para hacer los ejercicios de logopedia se ve obligado, entre otras cosas, a pronunciar “palabrotas y tacos” en voz alta, y me acabo de enterar que para su estreno en EEUU, quieren retocar la versión original; la han catalogado de película familiar, y las palabras malsonantes no son políticamente correctas, y yo me pregunto ¿qué sería de nuestra lengua cervantina sin los tacos, sin esas expresiones que enfatizan, afirman, y destacan sensaciones y sentimientos? ¿qué pasa por un taco bien colocado en una frase cotidiana? recuerdo cuando al escritor y senador Camilo José Cela, que asistía a una sesión en el Senado, Xirinacs le preguntó ¿está usted dormido? él contestó: No, no estoy dormido, estoy durmiendo ¿y no es lo mismo? No, no es lo mismo estar dormido que estar durmiendo; del mismo modo que no es lo mismo estar jodido que estar jodiendo; parece que esta respuesta sería firme candidata a la censura.
Siempre ha existido una gran polémica respecto a las causas de la tartamudez; aunque todos los expertos están de acuerdo en que es un trastorno de la comunicación; no me voy a detener en cual es el mejor tratamiento, lo que me ha interesado es la relación que se crea entre logopeda-terapeuta y paciente, toda una lección magistral sobre la necesidad de establecer vínculos afectivos para que se produzcan los cambios esperados.
Entiendo la figura del analista como alguien cercano, empático, que intenta construir una relación con el paciente que sea terapéutica en si misma; como explica Joan Coderch en su último libro “La práctica de la psicoterapia relacional. El modelo interactivo en el campo del psicoanálisis” Colección Pensamiento Relacional; dirección del Dr. Alejandro Ávila Espada; 2010.
Si el terapeuta se muestra como un observador externo, neutral, distante, y frío, suele ser percibido como “el que tiene todas las soluciones” y se pueden crear situaciones similares a las que criticaba Masud Khan en su libro, Cuando llegue la primavera, Tomas de conciencia en el psicoanálisis clínico, editorial Paidós; 1988, cuando decía: Nosotros los analistas infantilizamos a nuestros pacientes…no les concedemos nunca la confianza de pensar, a veces, que tal vez estén más dotados que nosotros y hayan logrado más en la vida.
En esta película, se trata la relación terapéutica muy en la línea de lo que estamos trabajando en nuestra sociedad postmoderna y de la globalización, tan diferente a la sociedad victoriana de los años treinta, en la que ya había calado el pensamiento psicoanalítico.
El Psicoanálisis no fue solo un método terapéutico, Freud lo concibió también, como un método de investigación de la mente humana, y desde sus inicios, se convirtió en una forma de pensar que impregnó la forma que tenemos de experimentarnos a nosotros mismos, tuvo mucha influencia, y la sigue teniendo en todas las psicoterapias; no obstante, el Psicoanálisis es una ciencia humana y social de la subjetividad en constante transformación, para adaptarse a los nuevos descubrimientos en neurociencias, y a las numerosas investigaciones sobre la memoria, que ponen en evidencia que el ser humano no es “una mente aislada” sino “una mente en permanente interacción con los otros”
El paciente precisa un medio humano que haga posible el desarrollo de su propia subjetividad, proporcionando la posibilidad de explorar los afectos (vergüenza, culpa, envidia, amor, etcétera) la imaginación, y la fantasía. En la relación terapéutica,se produce un encuentro de dos subjetividades, en los que la empatía, el conocimiento relacional implícito (CRI); y la mutualidad son técnicas decisivas. Es tan importante el pasado del paciente, como la forma en que se relaciona en el presente, qué hace o deja de hacer en sus relaciones actuales, y en la interacción con el analista.
Los dos protagonistas de la película, terapeuta y paciente, establecen un diálogo analítico que se aleja del clásico diálogo “ping-pong” (Coderch pág 83) en el que el paciente comunica y el analista interpreta, como quien devuelve una pelota para que el paciente vuelve a comunicar y el analista a devolver, y así sucesivamente.
Se establece un diálogo abierto, natural que se caracteriza porque:
- No es un lenguaje formal, académico que sólo se ajusta a las reglas de la racionalidad.
- Es inteligible pero se ajusta a las reglas “del juego del lenguaje” (Wittgenstein, 1953) en las que se da importancia a los sobreentendidos, silencios comunicativos, gestos, giros, etc, que a un observador externo le puede resultar confuso.
- No hay monólogo, donde uno habla y el otro se limita a escuchar y responder.
- Se pone de manifiesto “la psicología” de los dos participantes, con todos sus rasgos personales, conocimientos, y experiencias tanto conscientes como inconscientes.
Vale la pena ver cómo se enfrenta el “paciente-rey” a esa terapia, y como lo hace el terapeuta, es una delicia contemplar los gestos, las miradas, los sobreentendidos, y la complicidad que van construyendo entre los dos; así es como me gusta trabajar en terapia, con una implicación, que como toda implicación a veces, me ha hecho sufrir pero, también me ha dado grandes satisfacciones, y en todos los casos, ha dado lugar a una interesante transformación mutua.
¡Qué la disfruten!