La importancia clínica de Chesnut Lodge y sus habitantes. Lilith como oportunidad de reflexión, Alejandro Ávila Espada
Como resalta el título de esta reseña, estamos ante un clásico del cine, que es a la vez un documental extraordinario para la historia de la clínica del trastorno mental grave y su tratamiento en un entorno residencial. Reúne esta valiosa obra de Robert Rossen varias características notables: Nos muestra el hábitat y modo de funcionamiento de Chesnut Lodge (en la película Poplar Lodge), la clínica fundada por Ernest L. Bullard donde aportó sus enseñanzas Harry S. Sullivan (que desarrolló allí funciones de supervisión y condujo su conocido seminarios de casos); donde desarrollaron su práctica clínica dos grandes figuras de la clínica psicoanalítica de las psicosis: Frieda Fromm-Reichmann y Harold Searles. Y el relato (semi-autobiográfico) de J.R. Salamanca, que dio lugar a la novela del mismo nombre, cuyas vivencias se reflejan en el persona de Vincent. Es también el contexto donde Joanne Greenberg vivió su experiencia de tratamiento con Frieda Fromm-Reichmann, que quedo inmortalizada en la novela “Nunca te prometí un jardín de rosas” (Barcelona: Barral) publicada con el pseudónimo de H. Green.
A través de la propuesta narrativa de Lilith el psicoterapeuta en formación tiene opción a hacerse muchas preguntas, y reflexionar en torno a ellas y su práctica clínica. Entre ellas, destacamos las siguientes, sobre las que invitamos a pensar al lector:
- Temas/escenas destacables:
- Vincent Bruce, recién regresado de la guerra de Corea acude a pedir empleo como monitor-terapeuta ocupacional en una clínica psiquiátrica privada para pacientes ingresados. La demanda contiene algo más que la solicitud de empleo. Vincent quiere hacerlo bien, sentir que hace algo que merezca la pena. En definitiva, las necesidades y deseos de Vincent, expresadas a través de la búsqueda de trabajo en un lugar “especial”
- Toma de contacto con la escena de la Locura. Las presentaciones con los pacientes a través de la co-directora. El entorno de tratamiento y residencial. El sentido del tiempo y el ritmo de vida cotidiano en las instituciones residenciales. El sentido de la risa como expresión de emociones perturbadoras.
- La construcción de la relación de trabajo con Lilith Parker y otros pacientes (Steve) en el marco del “acompañamiento terapéutico” .
- Como se entremezcla la vida personal y la vida profesional del terapeuta: interferencias
- La demanda amorosa en el contexto del trabajo terapéutico. Gozo, disfrute, fantasías. Amor, sufrimiento y muerte
- El papel de las pérdidas en los personajes principales: (Ronnie, el hermano mayor de Lilith, muerto; la madre de Vincent)
- El papel del juego en las actividades terapéuticas. Los significados de jugar, ganar y perder.
- Puede de paso realizarse una discusión sobre la psicodinamia y clínica que se expresa en los dos personajes principales: ¿Trastorno de Personalidad vs. Psicosis? ¿Histeria?
- Podemos reflexionar sobre el papel profesional del monitor-terapeuta ocupacional y la función de acompañante terapéutico. Y sobre los límites de los diferentes papeles profesionales que se visualizan en la película: Terapeuta ocupacional, Psicoterapeuta, Médico, Supervisor
- Limites y diferencias entre Relación Real / Transferencia / Contra-transferencia. La frontera entre lo personal y lo profesional. Las fases en la transferencia y en la contratransferencia. Contextos de transgresión y/o perversión.
Lilith nos lleva a pensar y sentir con nosotros mismos, como personas, que además ejercemos como psicoterapeutas. Como a continuación nos relata Ignacio Blasco, Lilith nos remueve, y con ella nos podemos cuestionar todas las facetas de la clínica psicoterapéutica.
Mi experiencia con Lilith, por Ignacio Blasco Barrientos
No había investigado mucho sobre la película por tanto me pillo bastante de sorpresa, seré sincero y me costó mucho empezar a ver películas en blanco y negro, tras la profunda insistencia de mi madre y dos o tres clásicos básicos perdí la pereza y ahora no tengo ningún problema, siempre me parecían antiguas, soporíferas y terriblemente desfasadas, pero al darte cuenta que eso es producto únicamente de una actitud estética es cuando de verdad consigues verlas y te sorprenden gratamente.
Particularmente lo primero que me iba llamando la atención durante la película era la maravillosa comunidad terapéutica con la que funcionaban, algo económicamente viable siempre y cuando lo financiasen de forma privada, no creo que pueda generalizar diciendo si ese entorno es bueno o no para todos los pacientes pero estoy seguro que para una gran mayoría si, el simple hecho de otorgarles ciertos privilegios, decisiones o libertades quitaría mucho hierro a la etiqueta y su estigma, por otra parte un detalle que me llamo bastante la atención es que si no recuero mal no vi ninguna bata blanca, por tanto la distinción entre personal y pacientes se fundamentaba en la experiencia de quien pasase allí un tiempo. Me recordó a los “sin bata” del hospital de Leganes durante los años de la reforma psiquiátrica, historia que no recuerdo bien donde la escuche pero me encantó.
Centrándome en el argumento de la película resaltar varias cosas, la primera es la magnifica actuación de Jean Seberg, la cual me hizo removerme en repetidas ocasiones en mi silla, francamente no tengo una dilatada experiencia con pacientes pero ciertas miradas, algunas salidas y su capacidad de manipular, seducir y embaucar me conmovieron, me incomodaron e incluso asustaron en algunos momentos. Vincent, hombre que desde un primer momento se le ve un tanto perdido y confuso, algo completamente normal debido a la guerra, encaja perfectamente en el engranaje que Lilith le ofrece, sin darse cuenta va entrando en un peligroso juego en el que cuando se quiere dar marcha atrás quizás ya sea demasiado tarde, ahí ya hemos ido quitando capas a un Vincent que no parece traumatizado o marcado únicamente por la guerra, sino que previamente hubo una serie de experiencias y relaciones que sin duda alguna marcaron más su personalidad que cualquier guerra posterior. El problema y lo bueno de la película es que hasta el espectador entra en el juego de Lilith y en ciertos momentos no es capaz de ver la falta de ética o lo farragoso del terreno en el que entra Vincent. Aquí intentaré hacer una diferenciación entre dos viñetas de la relación de Vincent con James Patterson (que ella asocia ocasionalmente con su hermano muerto), la primera es al principio de la película y tras la excursión de los 3 al río, donde Vincent tras observar la “maldad” de Lilith y rescatar al susodicho de una caída mortal buscando una pintura de la protagonista se lo encuentra en la escalera de la residencia y tras la insistencia de James para que haga de mensajero Vincent aparentemente serio y fiel a su posición de terapeuta ocupacional, le explica que el no puede hacer eso, pero antes de irse asiente con la cabeza ante la pregunta de ¿usted me entiende verdad?. La otra viñeta es sin duda la charla que tiene Vincent con James en el jardín, en la cual el segundo en su misma posición intenta obtener información sobre Lilith y el regalo que la hizo (la caja) recibe de Vincent la caja (supuestamente rechazada por Lilith) dando pie al suicidio de James a la mañana siguiente. Reseño estos dos momentos porque se ve a dos Vincent acompañando a James, en un primer momento lo ve como un pobre hombre obsesionado por otra paciente, del cual se compadece e incluso critica a Lilith por jugar con el, sin olvidar que capta la “magia” de la chica, y más adelante se le ve completamente ido, sentado en una silla desganado y viendo a James no como un rival pero sí como una molestia en su “idilio” con Lilith.
No quito importancia a la madre, la exnovia y demás detalles que nos ayudan a conocer más a Vincent y ver que sus relaciones anteriores no facilitaron su trabajo en Chesnut Lodge pero sí que se ve como en aquella época donde no existían las exigencias de hoy en día para este tipo de labor además de trabajar de forma diferente se podía llegar a confundir sensaciones y emociones debido a esa falta de preparación o entrenamiento frente a estos pacientes.
Como dije en clase me recordó mucho a las múltiples convivencias a las que he asistido de voluntario con pacientes principalmente psicóticos donde convivíamos durante 3 días en un mismo sitio, comiendo y durmiendo todos juntos, donde había unos 5 pacientes por voluntario y la relación era constante, donde al fin y al cabo las conversaciones giraban en torno a temas compartidos y donde por supuesto muchísimas veces se perdía la etiqueta (paciente-voluntario) y eso al principio me incomodaba, me sentía extraño, sobre todo con algunos de ellos, algo que particularmente me ayudo mucho a abrir mi mente, borrar gran parte de mi estigma y darme cuenta de que se pueden compartir muchas cosas con ellos, siempre y cuando tengas claro dónde está tu espacio psíquico y dónde No está el suyo.