A pesar de obtener numerosos reconocimientos oficiales: Mejor película canadiense en el Festival de Toronto 2012, mejor actriz Susanne Clèment en la Sección “Un Certain Regard” del Festival de Cannes 2012, y haber sido nominada como mejor película extranjera en los premios Cesar y en los premios Guldbagge del mismo año, es una película que ha recibido criticas negativas por parte del público debido, en gran parte, a su larga duración: más de dos horas de historia es demasiado tiempo para una historia aunque este muy bien contada, para mi es el único inconveniente ya que el director, a pesar de su juventud, da muestras claras de ser un buen observador y un buen narrador de historias, con una gran capacidad para transmitir a través del lenguaje cinematográfico fuertes emociones y numerosas incógnitas que ayudan a que su cine sea muy atractivo.
Este es su tercer film, el primero Yo maté a mi madre, lo escribió con tan sólo dieciséis años y recibió tres premios del Festival de Cannes 2009, el segundo, Amores imaginarios (Heartbeats), en el año 2010, también tuvo muy buena acogida de público y critica.
Me pregunto si es una película sobre la identidad sexual o si realmente es la historia de un amor imposible, o tal vez, es una historia que no puede ser desarrollada sin esos dos ingredientes principales: una pareja estable se enfrenta al cambio de identidad de género de uno de los dos ¿qué ocurriría si nos pasase a alguno de nosotros? Cuando la pareja dice ya no soy aquel que te quiso, quiero ser mujer como tú, dejar de vestir y de comportarme como un hombre, dejar de ser quien soy aunque sigo siendo yo… ¿hasta qué punto el cambio de identidad sexual cambia nuestra manera de enfocar la vida?, ¿de qué manera los cambios externos pero sustanciales y más nucleares de la identidad realizados en la edad adulta nos convierten en otra persona, en alguien que incluso nuestra pareja no puede reconocer?.
Con frases similares a estas: ya no soy ese hombre que tú conoces… quiero ser mujer… lo he querido siempre… empieza una película que nos atrapará. Una pareja que se enfrenta contra viento y marea a los prejuicios de su entorno, a las influencias de la familia y a la sociedad en general a la que incomoda pero en realidad…¿no se están enfrentado contra viento y marea a sí mismos?, ¿serán capaces de mantenerse en el tiempo como pareja?, ¿será posible esto?.
La identidad sexual constituye no sólo un aspecto de la identidad personal, de nuestra individualidad, también es una parte nuclear de nuestro carácter y personalidad; el cuerpo se va configurando a través de la influencia social y cultural y de la intimidad que se asocia fundamentalmente a los patrones de relación, un cuerpo que se transforma en una corporalidad que conforma y es conformada por el carácter. Ser hombre o mujer no dependerá tanto del cuerpo, aunque dependa de él, sino de un complejo juego de identificaciones y contra identificaciones que hasta ahora han recibido el nombre de identidad de género, concepto que está dejando de ser utilizado como tal y siendo sustituido por transgénero, género Queer, etcétera. En todo caso, el género[1] precede al sexo ya en el primer año de vida, la asignación de los significados de sexo precede a la simbolización, ya no podemos hablar solamente de género masculino o género femenino sino de Agencia, un concepto que engloba la capacidad de incorporar de forma activa lo que socialmente se considera masculino o femenino en una misma persona. Cómo ser mujer o cómo ser hombre es una cuestión que se inicia desde el momento del nacimiento, pasa por una época critica en la adolescencia y no deja de ir transformándose a lo largo de los primeros años de la vida adulta.
El cuerpo es nuestra tarjeta de presentación que anuncia lo que uno se imagina ser y por quién quiere ser tomado (Orbach)[2]. El cuerpo y su corporalidad nos acompañarán en nuestra fantasías y nuestros deseos que, se entremezclan sin saber muy bien donde empiezan unas y donde terminan otros, y que suelen tener uno de lo límites en lo real, sobre todo, en la etapa de la adolescencia cuando la individualidad todavía no ha adquirido la suficiente consistencia.
A través de unas imágenes y una música potentes podemos imaginar, o incluso vivenciar el sufrimiento y las dudas de cada uno de los miembros de esa pareja que tiene que enfrentarse a un dilema para el que seguramente no debe estar preparado ningún adulto sin embargo, el director no nos transmite sólo sufrimiento, tiene la capacidad de mostrar todo un abanico de emociones y sentimientos de un modo fresco e imaginativo, en una combinación original entre realidad y arte que envuelve al espectador y le permite también fantasear lo que no se llega a contar, en cada escena siempre deja algo por mostrar, algo que nosotros podremos imaginar, adivinar o añadir de nuestra propia experiencia vital.
[1] Castaño, R. (2011). La terapia sexual, una mirada relacional; Edita Ágora Relacional, Colección Pensamiento Relacional nº 4; Madrid. (pp. 60-61).
[2] Orbach, S. (2012). Cos i adolescència. Cuerpo y adolescencia. Body and Adolescence; IV Jornadas IARRP-E; Barcelona; 24-25/05/ 2013; (p. 11).