Aviso para navegantes: en este escrito usamos la película para pensar sobre aspectos de nuestro trabajo psicoterapéutico y hablamos de ella dando por sentado que el lector ya ha visto el film.
El señor Rainer Wenger es un profesor de instituto con un aspecto y unas maneras muy cercanas a las de sus alumnos adolescentes. Durante la semana de proyectos del instituto tiene que empezar a dar la clase sobre Autocracia, hecho que le causa disgusto e irritación ya que él deseaba dar la clase sobre Anarquía, que imparte otro colega. El profesor Wenger es el primer personaje que se nos presenta. Aparece conduciendo su automóvil camino del instituto, escuchando y cantando desenfrenadamente un rock’ roll highschool de elevada contundencia. No sabemos por ahora de quién se trata pero por su aspecto bien puede parecernos de momento un radical. A medida que se adentra en el edificio entendemos que se trata de un docente. Cree en la ley para todos (cuando ironiza sobre la infracción que unos colegas cometen al fumar donde no está permitido, dando mal ejemplo a sus alumnos). Se muestra entusiasmado por la tarea que desempeña, dispuesto enérgicamente para enseñar. Intenta renegociar la asignación del temario, obtener el proyecto sobre anarquía, pues siente sinceramente que él puede aportar, debido a su propia experiencia, un conocimiento a los alumnos de gran valor. Estos momentos iniciales también nos muestran cómo lo ven algunos de sus colegas, su mujer, la directora y en especial su rival y antagonista que es quién obtuvo el proyecto sobre anarquía, de aspecto y maneras mucho más convencionales. Al contrario que nuestro protagonista, este otro profesor parece querer representar un elemento de mayor contención y menor riesgo, aunque inevitablemente también de menor creatividad. Su actitud prejuiciosa le hace ver a Wenger como un incendiario. Esto también plantea un dilema. ¿Podríamos deducir de dicha actitud, visto el desarrollo posterior del drama, que lo que parecían prejuicios, eran en realidad premoniciones? o por el contrario, ¿es precisamente debido a dichos prejuicios de sus colegas y a la soledad consiguiente en la que se ve inmerso Wenger, que se propicia el fatal desenlace? A nuestro entender, este conflicto entre lo premonitorio y lo prejuicioso es un punto central en la reflexión que plantea la trama.
Una vez en clase uno puede pensar que el sr Wenger es el profesor que siempre habría querido tener, (o que tal vez tuvo), cercano, entusiasta, interesado por sus alumnos y deseoso por alentar su desarrollo intelectual.
Podríamos pensar, viendo el desarrollo posterior de la trama, que su intento de cambiar de tema, responde no sólo a una preferencia por afinidad y conocimiento acerca de la anarquía, sino también a un temor inconsciente de quedarse atrapado en el espacio-tiempo absoluto de lo dictatorial.
No parece tener una idea clara acerca de cómo llevar a cabo su tarea docente en esta semana especial, la semana de “proyectos”. Lo convencional (he traído unos apuntes….) es abiertamente rechazado por los alumnos, conocedores de su talante y estilo particular. Necesita un tiempo para pensar y co-crear, a partir del material que los alumnos aportan durante la discusión inicial, una propuesta alternativa que se convierta en un proyecto común. La convicción de que la autocracia forma parte de un pasado lejano- material especialmente sensible para nietos de la Alemania del 3r. Reich- resulta un elemento tremendamente inspirador, sino provocador, para él. Creemos que en este contexto aparece la posibilidad de que la semana sobre autocracia se convierta en un proyecto experiencial. Observa en su clase un conflicto, que es a la vez intergeneracional e intrageneracional. Nos referimos por una parte, al hartazgo que expresan algunos alumnos cuando anticipan que van a tener que escuchar una vez más el discurso- omnipresente en Alemania y en realidad de manera mucho más implícita en el mundo, sobre todo, occidental- de los peligros de volver a caer en el mal supremo que representa el tercer Reich; contrapuesto dicho rechazo, por otra parte, a la apelación de seguir asumiendo la responsabilidad histórica heredada. Es en este contexto que el profesor desde su entusiasmo creativo se siente alentado a dar una respuesta a la pregunta: ¿Creéis que lo que pasó en la Alemania Nazi ya no puede volver a pasar? Creemos que la película intenta abrir el espacio-tiempo sobre dicho dilema y mostrarnos el algo más, mucho más sutil e implícito, que el peligro real que finalmente se confirma con todo el dramatismo en el desenlace. Ese algo más tiene que ver con todo lo no reconocido, con lo carencial, lo inadaptado porque no parece compatible con lo establecido y convencional, con lo injusto, la soledad, los prejuicios de los adaptados al orden establecido… Este caldo de cultivo posibilita la reaparición del fanatismo y de la actuación del resentimiento. Pero en este escrito pretendemos rescatar, gracias a la riqueza del material fílmico, lo creativo del intento fallido de este profesor. Su fracaso seguirá siendo el nuestro si no aprovechamos esta oportunidad de ver más allá de la compulsión a la repetición, que parecería arrasar con todo aquello creativo que anidaba en su entusiasmo al acometer este proyecto. Así que vamos a ver cómo plantea el profesor Wenger este proyecto e intentaremos pensar una manera distinta de acometer dicha prueba.
Una vez definida la autocracia y establecido un encuadre espaciotemporal (proyecto del instituto por una semana) el inicio es aparentemente democrático: por votación se elige un líder, el propio Sr. Wenger. Los valores que se fomentan durante las primeras etapas del experimento son el estado de activación física y mental individual y la cohesión y cooperación grupal. El sentimiento de pertenencia a un grupo resulta ser en la mayoría de los casos una fuerza inapelable para el ser humano. En este caso, aunque jamás de forma explicitada, planea la esperanza de un fin grandioso, sin nombre, sin forma, pero grande sin duda. El entusiasmo se contagia, se amplifica y se retroalimenta en el grupo liderado por alguien con autoridad. Creemos que el Sr. Wenger conscientemente pretende en todo momento seguir siendo un profesor y no advierte la convicción que provoca, en el grupo y en sí mismo, su disfraz de líder. Su propio entusiasmo bien puede responder en parte a la ilusión por entender, junto con sus chicos, algo nuevo acerca del desastre, cuando parece que ya todo está dicho. Pero como el impacto de una ola, todo el grupo entra en el espacio-tiempo de la autocracia a través de lo sensorial, que resulta tener un acceso más directo a lo implícito, lo no pensado. Entrar en el e-t de la autocracia es entrar en una dimensión donde el espacio es de todo o nada y el tiempo está acelerándose para terminar detenido. Muy pronto observamos que algunos de los chicos parece que no vayan a poder salir del experimento, como claramente nos hace pensar el estudiante que quema su ropa anterior a la ola (nombre que eligen para el grupo), dando a entender que para él este proyecto es para siempre.
Sin duda la adolescencia debe tener una configuración espacio temporal que la convierte en una etapa de la vida de elevado riesgo- o si se prefiere sensibilidad- para entrar en espacio-tiempos bidimensionales (blanco o negro sin gris) con el peligro de quedarse atrapado para siempre. El profesor Wenger no es un adolescente, aunque ciertamente mantiene una fuerte conexión con esta etapa de la vida. Lo que parece no poder anticipar, una vez inmerso en el proyecto, es la necesidad del adolescente de unos referentes que le ayuden a entrar y salir de lo extremo a través de la reflexión y no sólo a través de la actuación.
Creemos que una alternativa distinta y menos peligrosa por su potencial integrador hubiese sido mantener un espacio-tiempo de reflexión antes de finalizar cada clase, durante el cual hablaran de las reacciones observadas mientras estaban metidos en el e-t autocrático. Por ejemplo, un buen momento para estudiar el funcionamiento de un grupo autocrático ante la libertad individual se presenta cuando Karo, una de las chicas más populares antes de la Ola, decide ir de rojo mientras el resto del grupo siguiendo a su líder va de blanco. El profesor Wenger hubiese podido decirles, un rato antes de acabar la clase, que se salieran del rol de integrantes de la Ola para comentar lo que habían sentido ante la actitud de Karo, exponiendo él mismo su propio malestar en ese momento pasado ante la diferencia expresada por su alumna. De este modo quedaría más claro el peligro potencial de quedarse atrapado en ese sentimiento negativo si no se puede compartir y elaborar. Con ello, tal vez, podrían llegar a sentir y entender que lo que vivencian como malo, peligroso o estúpido mientras se mueven en el e-t autocrático, es algo que valoran mucho cuando pueden moverse en un e-t más amplio, por ejemplo en democracia.
Para finalizar, creemos que ésta no es una película más sobre los peligros y las consecuencias nefastas de caer de nuevo en el autoritarismo. A nuestro entender, se trata de un intento de reflexión que va algo más allá. En primer lugar porque es una producción alemana, donde evidentemente este tema es de enseñanza obligatoria, debido al peso de la historia relativamente reciente. Esto le otorga gran valor a la reflexión, ya que parte de una sociedad descendiente directa de los contemporáneos de la Alemania nazi. También porque hay una pretensión sutil, más implícita que explícita, de reflexionar y promover el deseo de hacerlo en el espectador, acerca de todo aquello que puede llevar a un grupo a entrar en una dinámica autoritaria.