Reseña y comentario de ROSARIO CASTAÑO CATALÁ
Desde que se estrenó el 29 de Agosto, ha sido la segunda película más taquillera después de “Ocho apellidos vascos”, situándose entre las que seguramente reciban muchos premios en el 2015. Daniel Monzón, empezó en el año 2000 con “El corazón guerrero” obteniendo dos Nominaciones a los Goya, dos premios del Cine Fantástico de Amsterdam, el premio a la mejor Película Internacional en el Festival de Cine Fant-Asia de Montreal, y el premio a la mejor Película Fantástica en el Festival de Fanstarporto de Oporto. En 2002 con la comedia “El robo más grande de la historia jamás contado” optó a una Nominación a los Goya. “La caja Kovak” en el 2006 también obtuvo una Nominación a mejor música por Glomy Sunday, y en 2009 con “Celda 211” consigue 8 Premios Goya, incluyendo mejor película y mejor director, y siendo clasificada por algunos críticos como una de las mejores películas que ha hecho el cine español en mucho tiempo.
Tengo la impresión que a este director le atraen los personajes marginales sin percibirlos como seres raros o aislados sino como personas que forman parte de la sociedad, gente que podemos sentir cercana; maneja con gran soltura un lenguaje popular que transmite veracidad y mucha fuerza, aunque en esta última película le falta algo de esa fuerza a pesar de que las escenas de acción y la fotografía son de una perfección técnica increíble, y nos muestran la vida entre varias fronteras tanto físicas -España, Marruecos, Reino Unido- como metafóricas –lo legal y lo no legal, la moral y la no moral- intentando en todo momento no caer en juicios de valor.
El tema, la droga y sus formas de distribución, es algo que nos interesa y nos afecta a todos pues forma parte de un entramado social que, no por estar oculto, deja de tener un gran impacto en la vida cotidiana, con cambios importantes desde hace más de treinta años.
Por una parte, han aumentado los consumidores de drogas y las adicciones en general; las edades de iniciación a los estupefacientes suelen ser cada vez más tempranas; han cambiado el tipo de drogas, bajando el consumo de heroína y aumentando el de cocaína y las drogas de síntesis; y todos los indicios muestran que el mercado de la droga se ha establecido de manera inamovible, lo que ha provocado el desarrollo de diversos discursos sociales que intentan encontrar soluciones a este problema desde sus propios enfoques, como son el discurso político, jurídico, religioso, médico, psiquiátrico, o psicoanalítico.
Por otra, las adicciones son uno de los problemas más graves que nos encontramos en la clínica, ya que nos enfrenta a aspectos tan complicados y resistentes al cambio como son, entre otros, la compulsión a la repetición y la ausencia de límites; el sujeto atado a la droga presenta una serie de síntomas y dificultades que suponen un trabajo especifico a nivel psicoterapéutico, sin embargo actualmente se está imponiendo el modelo médico-farmacológico en detrimento del tratamiento psicoterapéutico.
No debemos caer en el reduccionismo, y tenemos que seguir investigando sobre este aspecto con el fin de mejorar los tratamientos; lo que nos lleva a una de las eternas preguntas que surgen en la clínica ¿qué había antes de la droga? ¿cuáles son los mecanismos que favorecen la adicción? ¿debajo de cualquier adicción hay una psicopatología, un conflicto psíquico, o un deficit, y la droga es sólo el desencadenante? o bien ¿es la droga la causa principal del desarrollo de una psicopatología?.
Desde el enfoque psicoanalítico se defiende una atención multidisciplinar de las adicciones, se parte de que somos seres sociales, somos lo que hacemos y hacemos lo que somos, vamos construyendo la sociedad a la vez que la sociedad nos construye a nosotros, en una relación mutua en la que lo social no nos es ajeno y lo intrapsíquico ocupa un lugar que, aunque no es preferente, sí es determinante. Cada sujeto es único, por lo tanto importa que pensemos en las peculiaridades de cada uno: en su grupo familiar y sus formas de relación, su grupo social de pertenencia, su carácter y su personalidad, así como en su capacidad de resiliencia.
El abordaje de las adicciones conviene pensarlas desde la problemática del sujeto no exclusivamente desde los problemas de las sustancias, no se puede reducir el diagnóstico de un paciente a una mera etiqueta de cocainómano o heroinómano, con esto sólo simplificamos la cuestión, lo que nos puede impedir ver al sujeto y el lugar que ocupa la droga en sus mecanismos psíquicos, y lo único que conseguimos es clasificarlo en una categoría social marginal, alejándonos del problema y de la persona, en vez de acercarnos desde una escucha empática y abierta a la subjetividad, que es la principal herramienta de trabajo de una psicoterapia. (Ver Rodríguez Sutil, C. (2014). Psicopatología psicoanalítica relacional. La persona en relación y sus problemas. Col. Pensamiento Relacional. Vol. 12. Madrid.