Mi lectura psicoanalítica de "Cafarnaum"
Marina Bueno Belloch
Profesora Titular (jubilada) de la Universidad Complutense, Madrid
Buenas tardes a todos.
En primer lugar, quiero dar las gracias a Sandra Toribio por la invitación a participar en este ciclo de Cine-Fórum, que reúne dos de mis grandes pasiones: el psicoanálisis y el cine. Y en este lugar, Ágora Relacional, donde tengo amigos muy queridos.
Muchas gracias también a todos los presentes.
Sandra me pidió comentar desde mi lectura psicoanalítica la película CAFARNAUM, de Nadine Labaki, para cerrar el ciclo que se ha llamado "DIVINA FAMILIA". He querido empezar pensando en las palabras que hacen referencia a la película, al valorar que las palabras determinan, a la vez que explican, lo que pensamos y sentimos respecto de las personas y de las cosas.
Se me ocurre elegir estas tres palabras centrales, como significantes para pensar:
Divina Familia, título del ciclo
Cafarnaúm, nombre de la película
Víctima, en referencia especialmente, al protagonista de la película, el niño ZAIN.
Divina Familia: poniendo estas palabras en Google, -lo que tendemos a hacer ahora en primer lugar-, las referencias remiten siempre a la también llamada Sagrada Familia, con sus connotaciones religiosas.
En psicoanálisis, cuando se habla de familia, se va mucho más allá de la simple satisfacción de las necesidades vitales.
El psicoanálisis enfatiza como funciones de la familia sus aspectos estructurales, que podemos centrarlos en: hacer del hijo un sujeto de deseo al otorgarle un lugar simbólico, una filiación, una posición dentro de las generaciones familiares y una identidad civil como sujeto de pleno derecho.
¿Divina Familia? Yo entiendo que el título de este ciclo encierra una ironía, al menos en el caso de esta película, porque ni son divinos ni sagrados, creo que todos son víctimas, en distinto modo y manera, pero especialmente el niño y su hermanita muerta…
Cafarnaúm: me explican que en árabe significa “caos”
Es el nombre de la ciudad a la que Jesucristo castigó por no arrepentirse de sus pecados.
Interpreto que, en este caso, la directora quiere hacer referencia a una sociedad degenerada en la que reina la desigualdad, la violencia y el abuso de las personas, sin arrepentimiento o remordimiento.
Víctima: según el Diccionario de la RAE, deriva del latín, y significa persona o animal vencido, manipulado y sacrificado o destinado al sacrificio. La RAE señala dos acepciones más: persona que se expone a un grave riesgo en obsequio de otra, y la última: persona que padece daño por culpa ajena o por causa fortuita.
En resumen: una víctima no tiene nombre ni identidad, no tiene voz propia, tampoco es dueña de su propia vida, es decir, alguien utilizado como un mero objeto o instrumento de otro…
Por eso creo que aquí, en cierto modo, todos son víctimas…
Para aliviarnos, creo, al final de la película vemos que el niño ZAIN, tras su paso por la cárcel, puede tener voz para dar testimonio de un hecho injusto y pedir una sentencia judicial por ello.
Tema de la película: no lo voy a desarrollar aquí, ya que acabamos de visionar la película.
Comentario de Cafarnaúm desde mi lectura psicoanalítica:
Pienso a Zain como un niño abandonado psíquicamente, un niño deshumanizado, en el sentido de no ser reconocido como sujeto, ya que no tiene inscripción ni en la sociedad – no tiene “papeles”-, ni tampoco tiene un lugar en su familia.
La familia es la que otorga el lugar de sujeto psíquico a través de una función parental “suficientemente buena”, utilizando términos winnicottianos.
Eso implica que los padres hayan podido transitar por su Complejo de Edipo con suficiente elaboración y resignificación de su Narcisismo, en términos freudianos, y que, además, hayan podido ceder algo de ese narcisismo propio para investir amorosamente -libidinalmente- a su hijo y que hayan incorporado suficientemente la Ley simbólica (la ley de la Castración)
Todo esto es lo que permite que también el niño pueda incorporar esa Ley, hacerla suya, con lo que podrá construir un espacio psíquico propio donde desarrollar su capacidad para ser un sujeto psíquico, para poder pensar, para poder historiarse y construir una identidad propia.
Estas son las condiciones para construirse como un sujeto psíquico, simbólico, estable y coherente, que podrá sostenerse internamente, afrontando lo mejor posible las dificultades propias de la vida, y todo eso dentro de un contexto también simbólico.
Piera Aulagnier señalaba que “toda cultura se basa en determinadas prohibiciones que debe respetar y que deben ser interiorizadas si no por la totalidad, al menos por la mayoría de los sujetos”.
Lo señalo aquí y ahora para remarcar la importancia de que esa Ley simbólica esté suficientemente bien instaurada tanto en el contexto familiar del niño -sus padres-, como en el socio-cultural que le rodea y le acoge.
En la película vemos que no se cumplen estos principios ni en el tipo de sociedad que nos presenta (donde vemos miseria, ilegalidad, violencia, compra de niños, trabajo infantil, abandono social) …pero tampoco lo vemos en la familia de Zain…
Centrándome más en el niño protagonista, he pensado algunas cosas que os comparto:
Cuando trabajo siempre pienso qué madre y qué padre ha tenido el paciente, por considerar que, por decirlo de una manera tan poética como simplista, de alguna manera representan las raíces y las alas con las que cuenta…
Por las palabras y los actos de estos padres, podemos pensar que son personas que no se han hecho ninguna pregunta acerca de sus vidas, que no muestran ningún interés psíquico por sí mismos, por su existencia, por su condición de sujetos o de ciudadanos, ni tampoco por las de sus innumerables hijos…, parecen personas que sólo funcionan a nivel de respuestas inmediatas, entre las que, por supuesto, se encuentra el mal-trato que infringen a los hijos
Como psicoanalistas podemos hacernos la pregunta que el protagonista hace al juez en el juicio:
¿pueden estos padres tener hijos? ¿por qué estos padres tienen tantos hijos? ¿para qué? ¿se los desea?
Si nos fijamos en Zain, ¿para qué se lo deseó?
Sobre su padre: No tenemos datos, pero podemos hacer hipótesis al escuchar sus palabras y sus actos:
- Se niega a inscribirle en la Escuela, como pide el niño
- No le entrega sus papeles, se los tira a la cara y ridiculiza el valor de los documentos (de la Ley)
- O le dice ¡Somos insectos, parásitos! ¡Acepta la vida sin documentos o salta por la ventana!”.
- Incluso dice que “preferiría que no hubiera nacido o que se muera”, mientras denigra a la madre que le parió.
- Respecto de su querida hermana, su papel está muy definido: es para entregarla con 11 añitos a un hombre mayor, dueño de su casa, para asegurarse o ahorrarse el alquiler.
La película nos presenta a un padre tirano, violento, desafectivizado, que no trabaja y que maltrata a los hijos en su falta de cuidados, tanto físicos como emocionales.
Podemos pensar que no es un padre simbólico, no es un padre de la Ley. No.
El padre simbólico transmite y representa la Ley, pero unida al amor y al cuidado del hijo.
Sabemos que cuando falla la función paterna, no se establece la diferenciación entre lo correcto y lo incorrecto; los mecanismos de defensa de represión y sublimación no se instalan ni funcionan correctamente y el hijo, que queda a merced de su propio empuje pulsional, se ve empujado a satisfacer cualquier deseo de forma inmediata.
Ese hijo, sin suficientes recursos simbólicos para afrontar el mundo hiper-excitado e hiper-estimulado que le rodea, queda expuesto a él, sin capacidad para refrenar sus pulsiones. Alguno de los síntomas en común para estos casos, como señalan los expertos, son la impulsividad y el acting.
Por eso propongo pensar el apuñalamiento de Zain a su cuñado, como una respuesta impulsiva, reactiva a una situación que excede sus posibilidades para contenerla… Como un acting por falta de recursos simbólicos.
Podemos preguntarnos ¿por qué el padre les trata así de mal? Y generalizando: ¿por qué el maltratador maltrata a su víctima?, y también: ¿a quién maltratan cuando maltratan a un niño?
La opinión general de los expertos en maltrato indica que el maltratador lo que quiere destruir, aniquilar, silenciar, borrar, es lo insoportable de sí mismo, y que retorna desde afuera desde el otro. Vuelve en espejo lo que no tolera ver en sí mismo…
Respecto a la madre: vemos a una mujer sumisa a las palabras del padre (quizá por la cultura en la que los hechos se desarrollan). También la vemos saltándose la ley y empujando a sus hijos a hacerlo, pegándoles, obligándoles a trabajar, vendiendo droga hecha con pastillas con recetas falsas, por ejemplo…
El Psicoanálisis nos enseña que si el niño ocupa un lugar en el deseo del Otro (de la madre), esperaremos que de adulto también podrá tener un lugar en el mundo. Porque ese Otro, la madre, con su deseo, le enganchará en la cadena simbólica del deseo, lo que le permitirá convertirse también él en un sujeto deseante.
Estaríamos hablando de un niño que, al llegar al mundo, se encuentra con un lugar que le representa como sujeto, aunque sea un lugar inadecuado, del que tendrá que poderse separar cuando pueda, para que pueda llegar a ser él mismo.
Se me ocurre pensar que, desde esa aparente falta de deseo de los padres de dar un lugar simbólico a ese hijo, es muy improbable que Zain haya podido incorporar esa capacidad que vemos en él para cuidar a sus hermanos y al bebé refugiado, para realizar trabajos para el sustento familiar, para percibir la realidad de su contexto y las intenciones de los demás, o especialmente para pedir una escolarización, para pedir papeles para tener una nacionalidad y, posteriormente, para llegar a pedir al juez una condena judicial a sus padres...
Para entenderlo, y para justificar lo que la película nos muestra, se me ha ocurrido pensar que, quizá, durante su primer tiempo de vida, el deseo de la madre por su hijo, dentro de una relación matrimonial aún joven y nueva, haya operado en su favor, creando un espacio psíquico para él, desde el que Zain ha podido asumir, en cierto modo, el destino que se le ha adjudicado, pero intentando modificarlo.
La película presenta a estos padres como unos padres indignos, y no solo por su precaria condición social, sino sobre todo por la falta de cuidado de sus innumerables hijos.
Ese descuido provee a Zain de un motor importante en su vida: la indignación (que mantiene una raíz común con la palabra “dignidad”). Esa indignación es la que parece dar la fuerza a Zain, le lleva a rebelarse, a “dignificarse”, y en cierto modo le salva de ese lugar de objeto de desecho.
Zain consigue armar una coraza para defenderse en un mundo en el que no puede ser un niño como los demás niños que reciben amor de sus padres (como el bebé de la refugiada etíope), van a la escuela, o tienen “papeles” de identidad...
Esa coraza parece una identificación con su padre como dueño de sus destinos, como ley (con minúscula), y que le permite un funcionamiento de pseudo-adulto. Funciona en un “como si” lo fuera, intenta separarse de la posición de sus padres, pero como es un niño sin recursos psíquicos, repite muchas de las conductas ya aprendidas de ellos (violencia, insultos, falsificaciones, venta de drogas…). Todo esto, sumado a la necesaria disociación/ desconexión con sus sentimientos, que debe sostener para no hundirse y abandonar toda esperanza (como su padre), le acarrean un coste altísimo (él ejecuta la ley contra su cuñado), como la cárcel.
El desencadenante: la boda de su hermana de 11 años y su posterior muerte a causa del embarazo de riesgo. Al enterarse de su muerte, se rebela contra los padres y les expresa claramente su odio como responsables de sus destinos como hijos.
Zain, lleno de rabia, toma la justicia por su mano, y desde la impulsividad y la falta de freno simbólico, actúa y agrede físicamente, apuñala al cuñado. Y va a la cárcel por ello.
La película nos muestra que, tras pasar por la “Ley” (representada por la justicia, la cárcel, la actuación de la policía), y cumplir la pena impuesta por ese acto, vemos que Zain puede buscar una salida simbólica: Al terminar su condena, en vez de agredir a sus padres (ser él la ley), los lleva frente a un juez (que representa la Ley simbólica), y les pone una demanda.
Es decir, ahora puede regularse y reprimir su impulso (pulsión). Vemos que consigue tramitar la agresividad de una forma civilizada, vía el lenguaje y/o el pensamiento, como decía Freud, y puede ser capaz de buscar el amparo de lo que antes no ha tenido, la Ley simbólica, representada por el juez y la justicia.
Zain presenta una muy notoria demanda ante el juez contra sus padres por haberlo traído al mundo. Por haber nacido.
En el juicio el niño exige justicia y que esa justicia prohíba a sus padres tener más hijos.
Es una película con final feliz, pero no hay que olvidar que en los niños que han sufrido el trauma psíquico del maltrato, del abuso o del abandono, siempre va a quedar un resto de lo real que no habrá podido ser elaborado. Y que insistirá en aparecer…
Al final de la película, el niño tendrá sus documentos. Habrá conseguido una inscripción en el orden simbólico: una documentación que le reconoce como sujeto, como ciudadano, como sujeto de la ley…
El fotógrafo le dice: “Sonríe, la foto es para tu identidad, no para un certificado de defunción”. Una sonrisa tímida se abre como un hilo de esperanza. Y fin...
Muchas gracias por su atención.
Marina Bueno 11 de Junio de 2021
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