Este era uno de los primeros títulos de la cartelera de Otoño que tenía anotados en mi agenda, una película que sale a escena precedida de mucha publicidad. Por una parte, de la polémica por la comparación con la francesa The Artist como si fuese una mala copia por el hecho de ser también una película muda y en blanco y negro, y por otra, de las numerosas criticas recibidas porque la historia transcurre en medio del mundo taurino. Además, la buena acogida en el Festival de San Sebastián donde ha conseguido el Premio especial del Jurado y el Premio a la Mejor actriz a Macarena García y ha sido elegida para representar a España en la carrera de los Oscar. Yo fui a verla fundamentalmente porque las entrevistas a su director me dejaron fascinada, porque no quería perderme a Maribel Verdú en el papel de la madrastra, y porque me intrigaba cómo se habría tratado un cuento clásico tan popular.
Y aún con todas las criticas a su favor me acerqué a verla con no pocas reservas: me gusta que el cine español me guste, todo proyecto requiere mucho esfuerzo y en medio de esta crisis se necesita más que nunca que lo que se vaya estrenando sea de mucha calidad para que no caigamos en una sequía creativa y además, ver a Blancanieves, su padre, la madrastra y los siete enanitos encarnados en actores y actrices de carne y hueso me producía cierto desasosiego.
Y…me llevé una grata sorpresa, no se puede comparar con The Artist, no tienen nada que ver, excepto que las dos son mudas y en blanco y negro. Me impresionó porque está realizada con una precisión que deja atrapado al espectador: la música y el cante flamenco con las emociones a flor de piel, los movimientos tan estudiados y contundentes de los personajes, las miradas intensas que hablan por si mismas, y la propia historia que el director nos va relatando con el ritmo de un cuento de esos que se escuchan con los ojos bien abiertos y el corazón en un puño esperando la siguiente secuencia.
Está basada en el famoso cuento de los hermanos Grimm, pero en la primera escena hay un cartel que dice: nunca antes te contaron el cuento así. ¿Se acuerdan de Blancanieves? En este cuento todos los niños y niñas esperan que al final alguien venga a liberar a esa joven inocente e indefensa de un maleficio, ¿la maldición de ser huérfana de una madre muerta y de un padre ausente incapaz de protegerla, quedando en manos de una madrastra ambiciosa y perversa y por tanto atrapada en un destino incierto que se pronostica desgraciado?
Los cuentos representan la esencia de la metáfora, a los niños se les suele contar cuentos clásicos e inventados con la ilusión de calmar y distraer miedos y angustias infantiles, pero a la vez, con esas historias se van transmitiendo conceptos que seducen y habitan dentro de la mente de un niño como verdades inamovibles y definitivas hasta que pasado un tiempo esas verdades pueden ir transformándose gracias a los propios cuestionamientos. La curiosidad infantil permite que las princesas, que en los cuentos siempre estaban esperando protección acaben descubriendo que pueden valerse por si mismas, que no necesitan estar esperando permanentemente al príncipe que las salve, y los príncipes valientes siempre dispuestos a salvar a débiles damas indefensas puedan descubrir que no están obligados a ser siempre valientes o a salir siempre en defensa de princesas débiles e inseguras.
Las preguntas que van surgiendo a cada uno ayudan a que los conceptos que habíamos tenido como referentes absolutos dejen de ser tales, son preguntas que tienen relación con el género, la sexualidad, el origen del mundo, la muerte y en definitiva sobre uno mismo y el grupo de pertenencia. Son dudas que surgen ya hacia los tres años y no paran de repetirse a lo largo del ciclo vital. Gracias a la curiosidad infantil, adolescente y por supuesto adulta somos capaces de no estar a la deriva, de tomar el rumbo de nuestra vida, de ir construyendo una identidad que, aunque parte de una base, siempre está sometida a pequeñas y a veces grandes transformaciones.
Carmen, la niña Blancanieves de Pablo Berger puede hacerse preguntas pero en un momento dado ya no puede compartirlas con ninguna figura significativa ni con ningún adulto de su entorno, su mirada de angustia se plasma en cada escena pues al no haber un guión hablado, el director nos refleja todo el dolor y la desesperación a través de los ojos de una niña y de una joven que se siente sola y no entiende el porqué de su situación.
Alguien que no puede compartir las dudas sobre su propia historia no podrá ir desarrollando su propia identidad, no podrá ir encontrando su propia voz, el director comenta que siempre quiso hacer una película muda y en blanco y negro y yo me pregunto si precisamente que sea muda es la mayor metáfora de todo este cuento para adultos, pues Blancanieves no puede hablar. En psicoterapia me encuentro con jóvenes que viven en familias consideradas como estructuradas y funcionales, pero les ocurre lo mismo que a esta Blancanieves, no pueden compartir sus dudas existenciales con su entorno familiar, y por lo tanto no pueden encontrar su propia voz, su propia manera de enfrentarse al mundo, están atrapados entre sus dudas y el silencio de su entorno, un silencio que sólo provoca el sentimiento de ser culpable y de sentirse avergonzado, sin más salida que el temor a ser marginado y expulsado a un mundo muy temido por ser desconocido, el mundo interior no se puede compartir de modo que se fantasea como algo malo que necesita ser escondido y silenciado.
Son familias en las que no se producen instantes de intimidad aunque haya muchos momentos de encuentros y celebraciones familiares. La intimidad sólo se puede dar si se comparte aunque sólo sea, a veces, con la mirada, y de esos instantes de intimidad iremos aprendiendo a confiar y sostenernos a nosotros mismos…algo que Blancanieves, la del cuento infantil y la de esta película, no tienen ocasión de experimentar, como escribe Mario Benedetti (en su libro En defensa propia, 60 poemas y 85 bagatelas, editorial Visor de Poesía, 2005 pg. 63)
Instante
“El instante es el cruce de dos tiempos
o el cruce de dos rumbos
o el cruce de dos vidas
un cruce en fin
y sin embargo
en un instante cabe un mundo
enorme o tan minúsculo
que acaba en un cerrar de ojos.
En el instante se concentran
los sentimientos las alarmas
los vaticinios del futuro
y los sobrantes del olvido…”