Plaza pública donde, en un principio, se celebraban los mercados y donde los ciudadanos, siempre hombres, ya que las mujeres respetables no aparecían nunca en público, se reunían para tratar los asuntos de la comunidad.
Estos mercados, en su origen, eran abiertos, pero se edificaban a su alrededor pórticos o stoa, templos y salas. Sobre todo en Asia se encontraban cerca del ágora verdaderos bazares con toda clase de mercancías. Hubo ciudades griegas sin acrópolis, pero no sin ágora. Su función primera era política, por lo tanto inherente a la polis.
En el mundo homérico y en Tesalia, la palabra ágora designa unas veces la asamblea, otras el lugar en que se reunía ésta. Era, bien una explanada junto al palacio del rey, bien una plaza en la ciudad baja. Durante la época arcaica, la vida política emigró poco a poco de la ciudad alta hacia la ciudad baja, de la acrópolis hacia el ágora, que se convirtió en el verdadero centro de la comunidad cívica. Ya albergaba a la asamblea; a partir de ahora albergará a los magistrados y a los tribunales que se organizan.
El ágora acogía, como en Atenas, toda clase de edificios políticos y administrativos. Al mismo tiempo, su función religiosa iba cobrando importancia: las divinidades que protegían la ciudad y sus leyes son llamadas agoraioi, y el ágora se cubría de altares, de recintos, de tumbas de héroes, de santuarios; por consiguiente, su acceso estaba prohibido a toda persona que llevase consigo mancha.
Era en el ágora donde se desarrollaban, en origen, las fiestas cívicas y sus concursos: los de las Grandes Dionisíacas tuvieron lugar en el ágora de Atenas, antes de la creación del teatro de Dioniso. En la época clásica apareció la función comercial; a partir de entonces, la palabra ágora designará principalmente el mercado.
El desarrollo de las actividades comerciales expulsó en muchas ciudades a la asamblea del pueblo del ágora y suscitó las protestas de pensadores de tendencia aristocrática: Platón y Aristóteles querían separar el ágora mercantil del ágora política y religiosa (esa separación se realizó en las ciudades tesalias). De hecho, el problema sólo se plantea en las ciudades antiguas. Las ágoras, en efecto, pertenecen a dos tipos. Por un lado están las agorai que, como la de Atenas, no han cesado de transformarse desde la época arcaica, a medida que la polis evolucionaba, apareciendo edificios para responder a las nuevas necesidades, hasta el punto de que la plaza, reflejando la historia de la ciudad, estaba cubierta de edificios aislados, inconexos. A pesar de los pórticos añadidos en la época helenística, siempre careció de unidad y de armonía. Por el contrario, en las ciudades de tipo jonio construidas según un plan de urbanismo, el emplazamiento del ágora estuvo previsto y se realizó un conjunto monumental que generalmente respeta el carácter del ágora griega.
(Diccionario del mundo antiguo)