UNA INTRODUCCIÓN
Judith Dupont
Sándor Ferenczi (1873–1933) forma parte de la primera generación de psicoanalistas, uno de entre los que se acercaron a Freud justo en el momento en que éste comenzaba a dar forma más estructurada a la obra de su vida, el psicoanálisis.
Sin embargo, las raíces de su trabajo se remontan hasta mucho antes de su encuentro con él. Los artículos publicados por este joven neurólogo entre finales del siglo XIX y el comienzo de su relación con Freud (1908) en diversas revistas médicas húngaras, austriacas, e incluso una francesa, están ya impregnados por ideas de orientación psicológica, ideas que están en el aire de los tiempos desde el comienzo del siglo XIX. No es por tanto sorprendente que su descubrimiento de la obra freudiana le haya incitado a tomar contacto con el maestro vienés. Habría por otra parte que hablar mas bien de redescubrimiento, pues el joven Ferenczi tuvo entre sus manos La interpretación de los sueños de Freud en el momento de su aparición y, por entonces, rehusó hacer una reseña bibliográfica por encontrar la obra rara y no demasiado convincente.
El redescubrimiento sucede tras una visita a Burghölzli, al servicio de Jung, que desencadena, esta vez sí, su entusiasmo.
Los primeros artículos psicoanalíticos de Ferenczi están en su mayor parte consagrados a la difusión de las teorías freudianas. Pero no todos. Desde el comienzo, la originalidad de su pensamiento se manifiesta, por una parte en algunos artículos convertidos después en clásicos, como por ejemplo «Transferencia e Introyección», y por otra en observaciones clínicas breves que comienzan a transformarse en su especialidad.
Después, poco a poco, con el enriquecimiento de su experiencia clínica, se compromete en caminos que serán los suyos específicos. Mientras que Freud, el científico, se desinteresa poco a poco del trabajo clínico para apasionarse cada vez más con la especulación teórica, Ferenczi, el médico, parte siempre, incluso en su teorización, de la experiencia adquirida en el curso del tratamiento de sus pacientes. Es así como llega a pensar, contrariamente a Freud, que en la base de toda neurosis existe un traumatismo real.
Por otra parte, Ferenczi es un hombre de carácter tierno y afectuoso, ama a los humanos, y en particular a las mujeres, quienes para Freud no dejarán nunca de representar un misterio. Paralelamente a su amigo, Otto Rank, deriva hacia conceder un rol cada vez más importante a la madre en el desarrollo humano, así como al periodo pre-genital, es decir, a los acontecimientos de la primera infancia.
A partir de entonces, sin nunca poner en duda los fundamentos del psicoanálisis, su camino comienza a separarse del de Freud y ello conduce a un doloroso desacuerdo entre los dos amigos que va a ensombrecer los últimos años de Ferenczi, y que va a alimentar el pesimismo innato de Freud, quien se siente traicionado y abandonado por aquellos en quien puso mayores esperanzas: Jung, Rank, y ahora Ferenczi., Sin embargo, a diferencia de lo que sucedió con Jung y Rank, la amistad aguanta la prueba, y ambos hombres se mantendrán en contacto afectuoso hasta el último aliento de Ferenczi, aunque la amargura no esté del todo ausente de su relación.
Se podría definir a Ferenczi como un ser «desesperadamente optimista», que no se entrega ni se desanima nunca. Toda su obra está impregnada por este rasgo de carácter.
Judith Dupont (24, Place Dauphine - 75001 Paris)
José Jiménez Avello, coordinador de este homenaje, representa, por encargo de Judith Dupont, el legado literario de Ferenczi en lengua castellana.